Solo dos horas de viaje en coche separan la ciudad de Madrid de un bellísimo paraje natural declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata del Hayedo de Tejera Negra, en el municipio de Cantalojas, al noroeste de Guadalajara. Un destino perfecto para escaparse cuando se necesita desconectar urgentemente del ruido y el estrés urbano y reconectar con la naturaleza. Además, en otoño es cuando más impresionante luce.
Integrado en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, el de Tejera Negra es el hayedo situado más al sur de Europa. El bosque crece en dos valles flanqueados por altas y afiladas crestas rocosas, mientras que los ríos Lillas y Zarzas, que nacen al pie del pico de La Buitrera, lo nutren.
Por sus colores, el musgo del suelo y lo silencioso que es hacen de este lugar un auténtico escenario de cuento de hadas. Se accede desde Cantalojas, un pueblo típicamente serrano, que se caracteriza por sus anchas calles, plazas y casonas de sillar, con decoraciones de blasones. Además de contar con los restos de un Castillo que podría ser del siglo XII, el románico predomina en su edificios religiosos más emblemáticos.
No obstante, la joya de la corona es el hayedo. Para explorarlo, existen dos rutas circulares para realizar a pie: por un lado, tenemos la Senda de Carretas, de dificultad media-baja, y la Senda del Robledal, de dificultad alta por su largo recorrido.
También existe también una ruta circular señalizada para bicicletas que llega hasta el río Zarzas. Mientras que el otoño es la mejor época para acercarse a este paraje, porque colorea el hayedo de cientos de tonalidades de ocre y rojo, además de llenar sus suelos de setas (el apreciado Boletus Edulis). Es desaconsejable hacerlo en invierno, que es durísima y hay nieve casi permanente durante dos o tres meses.
La primavera y el verano son también dos buenas épocas para visitar el hayedo y pasear bajo la sombra verde que ofrece, entonces, este bosque. Además de hayas, crecen en él robles melojos, pinos silvestres, tejos, acebos, serbales y abedules. Sus cielos los surca el águila real, que vuela sobre corzos, zorros y jabalíes.
Precisamente, una de las características más destacadas del Hayedo de Tejera Negra es su microclima. Y es que la humedad constante procedente de los ríos favorece un ecosistema en el que se juntan especies vegetales poco comunes en el resto de la península.
Es un lugar tan mágico que ni los días de lluvia consiguen estropearlo. Al contrario, hace que este microclima cobre una atmósfera especial. Junto con la niebla que frecuentemente cubre el bosque, el bosque se convierte en un lugar de los que parece que solo existan en la ficción.
Foto de portada | No Prime, No Party
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