¿Nos vamos de viaje...?
Seguro que alguna vez te has encontrado en la misma situación: querer montar un viaje con el grupo de amigos y empezar a planificar -primero de todo y antes que nada- la fecha del evento. Todo el mundo anda muy ajetreado y cuadrar agendas es una misión casi imposible. Creas esquemas, doodles y al final el día elegido es el único que a ti no te va bien. ¿Qué hacer? ¿Renunciar a tus vacaciones por un detalle como éste? Para nada. Ya va siendo hora de que prepares tu equipaje y te dispongas a hacer el viaje de tu vida... Con tu yo interior. Viajar solo tiene su aquel (mucho más que eso diría), y hoy os mostramos las ventajas.
Cada vez son más los que se animan a viajar a solas
Viajar con gente o en pareja está bien, pero muchas veces resulta complicado. La convivencia no es algo fácil de llevar, más si uno tiene carácter o tu(s) compañero(s) de viaje es(son) totalmente opuesto(s) a ti. Muchas veces se tiene que dar el brazo a torcer y acabas por dejar de visitar cosas o hacer actividades que a ti te apetecen, pero que al resto de grupo no. Con el paso de los años, la cifra ha aumentado considerablemente y ahora no es tan extraño el realizar esta actividad sin más compañía que tu maleta. Es más, en los últimos años ha aumentado el número de personas que deciden dar el paso y cenvertirse en un viajero SOLO. Jennifer Hoddevik, una de las fundadoras de Travel Yogi, asegura que el 80% de la gente que se apunta a sus viajes son viajeros SOLO, y además el 85% de éstos son exclusivamente mujeres.
La seguridad cuando se viaja en solitario es una preocupación constante, pero viajar en solitario no siempre significa viajar "solo".
Tú, el ombligo del mundo
Tu "yo interior" es el único protagonista, así que puedes hacer sólo lo que a ti te apetece. Si un día te levantas cansado no tienes por qué machacarte con mil excursiones, aunque a veces la energía es tal que uno decide hacer una larga jornada de turisteo. Viajar consigo mismo significa hacer lo que a uno le apetezca sin pensar en los demás y disfrutar así de una experiencia extraordinaria. Hacer lo que uno quiere, cuándo quiere y dónde quiere es el leit motiv del viaje en sí.
Conocer gente a todas horas
Una vez te subes al avión sin nadie conocido a tu lado, tu mente se abre a infinitas posibilidades. Eres más amable y prestas atención a los pequeños detalles. De este modo uno puede acabar haciendo amigos desde el aeropuerto mismo. Uno se vuelve más amigable y simpático y el conocer a gente nueva se convierte en su filosofía de vida. Además, uno se da cuenta que no es el único que viaja sin nadie, y cuando se encuentra con gente de la misma especie se crea un vínculo especial. Cuando se está lejos de casa -y solo- uno valora mucho los pequeños detalles, y una pandilla de amigos puede convertirse en tu nueva (y original) familia.
La experiencia de estar con uno mismo
Nadie dice que sea fácil, y la primera vez puede ser complicada y dura. Pero con el paso de los días uno aprende a estar consigo mismo y llega a conclusiones que jamás había llegado -o no quería llegar-. Uno aprende a cogerle cariño a su yo interior y se encuentra debatiendo de temas concretos o abriendo miras para encontrar nuevos puntos de vista. Conocerse a sí mismo es importante, y en este tipo de situaciones uno termina por conocerse de pe a pa.
Estás abierto a todo tipo de experiencias
La sensación de despertar por la mañana y no saber qué te depara la jornada es alucinante. Uno no sabe si esa misma noche estará en la misma ciudad o habrá viajado cientos de kilómetros hacia la dirección opuesta. El no llevar planes o poderlos modificar sobre la marcha es algo que sucede constantemente y uno termina por conocer más país del que tenía pensado.
Aprendes a valorar los pequeños gestos
Es en este tipo de situaciones y viajes es cuando aprendes a valorar las pequeñas cosas de la vida y esos gestos que a primera vista no tienen mucho qué. El hecho de compartir (no importa de qué se trata) son pequeños gestos que acaban por tocar el alma y a uno lo hacen mejor persona.
Eres tú mismo
He aquí el eterno dilema: jamás pones en práctica tus habilidades con el idioma extranjero por miedo a que tus amigos se rían de ti. Una vez que estás solo y nadie te conoce no hay verguenza a la hora de arrancarse. Te da igual si te equivocas o no o qué acento se te escapa. Lo importante es hacerte entender sin pensar en el qué dirán y, qué bueno, al final del día la satisfacción contigo mismo es alucinante. Además, liberas a tu "yo interior" y seguro que te atreves a hacer cosas que en tu ambinte normal no harías.
Uno se espabila rápidamente
Nadie te va a sacar las castañas del fuego, así que hay que espabilar a la velocidad de la luz. No hay tiempo de quejarse, no se pierden oportunidades, uno está pendiente de todo y encuentra soluciones rápidamente. Es alucinante la capacidad que tiene el ser humano de poner solución a según qué tipo de situaciones cuando se encuentra solo y sin nadie en quien apoyarse.
Consejos, tips y otros datos de interés
Si le preguntas a alguien que viaja solo lo primero que te dirá es: alójate en un albergue. Lo de compartir habitación con 11 extraños más a primera vista no tiene mucho atractivo, pero una vez te acostumbras todo es mejor. Y decimos que es la opción favorita ya que es en este tipo de espacios donde uno conoce a la mayoría de la gente, se apunta a planes improvisados y uno aprende a ser ordenado (por su bien). Aunque siempre se puede elegir una habitación privada dentro del albergue (todos ofrecen esa opción) y conocer a la gente en las zonas comunes (cocina, comedor, sala de juegos, etc). Otro punto a tener en cuenta es la del quipaje: cuánto más ligero, mejor. Es por eso que las mochilas (adaptadas para ello) se convertirán en tu mejor aliada.
Una cosa es evidente: cuando haces pop... Ya no hay stop.
Fotos | Instagram @chiaraferragni, Tuula, Sophee Smiles
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