Hace una semana os informábamos de que el mundo de la cosmética estaba de luto por la muerte del Doctor Fredric Brandt, fallecido el pasado 5 de abril. Su publicista, Jacquie Trachtenberg, declaró que la causa se debía a una enfermedad, pero posteriormente la policía ha confirmado que se suicidó en su casa de Miami.
No son pocas las publicaciones que insinúan que el detonante ha sido la parodia que le hacían en la serie Unbreakable Kimmy Schmidt, donde hay un personaje, el Doctor Franff, que lo representa ridiculizando sus defectos al hablar, causados por tantas intervenciones estéticas, y los resultados de las mismas en su rostro.
Por supuesto una parodia no es más que una imitación burlona (podéis ver un fragmento en YouTube) y seguramente es muy exagerado decir que una serie cómica es capaz de quitarle a alguien las ganas de vivir, pero invita a reflexionar sobre el escarnio generalizado que suele hacerse de las personas aficionadas a la cirugía estética.
Atacar al más débil
Según sus amigos, entre los que se encontraban multitud de celebrities, era una persona muy apreciada y querida, también era un hombre de éxito en su trabajo (línea cosmética, cirujano de famosas, investigador para la FDA...), pero las operaciones y el exceso de botox en su cara hacían sospechar que a pesar de todo eso, algo no debía ir bien.
Tal como nos explicó la psicóloga María Jesús Álava Reyes las personas que se someten a continuas intervenciones suelen ser vulnerables, inseguras, con una necesidad manifiesta de caer bien, de que las aprueben y las admiren.
Lamentablemente la cirugía consigue muchas veces el efecto contrario, ya que al mirarse al espejo no suelen quedar contentos con lo que encuentran y la historia vuelve a empezar, produciendo al final caras inexpresivas, carentes de atractivo y agravando todavía más sus complejos.
También está el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) que consiste a grandes rasgos en una preocupación obsesiva por algún defecto del aspecto físico, imaginado o menos grave de lo que el paciente ve, que se relaciona con un porcentaje muy elevado de ideas suicidas.
En cualquier caso, sea por inseguridad o TDC, no parece que una personalidad así sea capaz de soportar humillaciones y tomarse las bromas que se hacen sobre su aspecto físico con sentido del humor.
Las causas de un suicidio pueden ser biológicas, sociales y psicológicas (para saber un poco más sobre el tema es muy recomendable este post Aspectos evolutivos del suicidio del psiquiatra Francisco Traver) y no podemos reducirlas a un solo motivo, ni saber siquiera si el programa televisivo ha tenido algo que ver, pero parece claro que las burlas pueden empeorar la situación de personas como el Dr. Brandt.
Si te operas ya no te respeto
Los ataques al aspecto físico son algo común, que se hace todavía más visible con la posibilidad de compartir vídeos e insultos en internet. Un ejemplo reciente es el caso de Lizzie Velásquez, a la que un compañero de clase grabó y subió a youtube bajo el título de La mujer más fea del mundo y que ha aprovechado el shock que le supuso ver como se reían de ella, para convertirse en un ejemplo de autoestima y superación personal.
Lizzie tiene dos enfermedades raras responsables de su apariencia y aunque ha sido víctima de comentarios de lo más crueles (amparados generalmente en el anonimato), estos no se reproducen de forma tan generalizada. A la mayoría de la gente común les parece un acto reprochable burlarse de ella y sienten vergüenza ajena con lo sucedido.
Tenemos bastante claro que mofarse de los defectos físicos de los demás está mal, aunque luego decidamos hacerlo o no, pero ¿Qué pasa si esos defectos son el resultado de una intervención de cirugía estética?
Entonces parece que nos han dado carta blanca para decir todo lo que se nos pase por la cabeza. Una buena prueba de ello son los memes generados sobre Renée Zellweger y su impactante cambio facial, compartidos hasta la saciedad o los que generó el extraño maquillaje de Uma Thurman, antes de que se supiera que su nuevo aspecto no era fruto de una operación. Después todo volvió a la calma.
Si precisamente las personas que protagonizan transformaciones tan radicales suelen ser las que tienen más problemas para aceptarse a sí mismas ¿Por qué sentimos menos remordimientos que con el resto, a la hora de meternos con ellas?
Volviendo a la entrevista de la psicóloga M. Jesús Álava:
Lo que transmite el rostro el cerebro lo procesa de forma especial. El rostro transmite mucha información. Sin embargo, frente a estos rostros operados con frecuencia podemos sentir cierto rechazo, porque nos sentimos incómodos, en desventaja al no obtener un reflejo o feedback de lo que están sintiendo.
Quizá esa inexpresividad nos haga también más difícil empatizar con ellos, o lo que es lo mismo, más fácil despersonalizarlos y convertirlos en blanco de nuestras burlas.
Por otra parte, la creencia de que operarse es algo que el otro “se ha buscado”, puede hacernos sentir menos culpables cuando nos metemos con él, aunque esa justificación deja de tener sentido si pensamos en que estamos ante alguien especialmente frágil, al que lo que compartimos, escribimos o comentamos es muy probable que le afecte más que al resto.
Ojalá la muerte del Dr. Brandt sea un punto de partida para empezar a ver (y a hacer) las cosas de otra manera, aunque seguramente queda mucho camino por recorrer. Al fin y al cabo la cirugía estética "cotidianizada" lleva relativamente poco tiempo entre nosotros y muchas de sus consecuencias todavía están por descubrir.
¿Qué pensáis? ¿Tratamos de forma diferente a las personas muy operadas?
Imágenes | Twitter @drfredricbrandt | gTres
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