A falta de un día para que el otoño haga su aparición, creo que estamos ante nuestra última novia de verano. La protagonista, Marisa Jara, que se casó este fin de semana con el empresario mexicano Chente Escribano. No somos Mensencia, y no voy a comentar el atuendo del ya marido de la modelo, y me quedo con las ganas, que conste.
La guapa modelo, porque la chica es guapa, creo que no se supo sacar todo el partido en uno de los días más importantes. ¿No la habéis visto más guapa y sofisticada en muchas más ocasiones que en su boda? El maquillaje es verdad que era muy discreto y natural, demasiado incluso. Sus ojos tan negros no estaban lo resaltados que merecían.
Pero lo que realmente me ha llamado la atención ha sido el peinado. El no peinado. Sin un adorno, liso, suelto, sin recogidos, sin diademas, sin flores, sin un detalle. Melena larga y suelta. Que no tiene que llevar el moño más moño, no, para nada, pero yo cuando veo la imagen me da la sensación o bien de pereza, o que algo no fue como esperaba, que puede pasar.
El escote en uve del vestido no luce. La espalda, en uve más pronunciada, tampoco luce. La humedad de Ibiza hace sus estragos y el pelo no se ve como un todo con estilo sino más bien como un todo desordenado. Que igual era el efecto que quería conseguir, y acertó si es así. Pero tal y como es el vestido, no supo sacarle partido a esa melena que podría haber lucido de mil maneras. ¿Recordáis a Milla Jovovich? También llevaba una melena suelta y lucía con más volumen, estilosa, arreglada y con una diadema natural hecha por ella misma.
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