Una gran parte de los tratamientos de belleza la forman las terapias de energía vital del cuerpo. La llaman de distintas maneras (ki, chi, prana) y forma parte de la estética zen. Cuando se bloquea esta energía, también lo hace el buen funcionamiento del cuerpo. Una de estas terapias trabaja con imanes: la magnetoterapia.
Nuestro cuerpo no termina en el terreno físico, un campo magnético nos envuelve e interactúa. No lo vemos pero está ahí y nos afecta. Para el protocolo de trabajo con imanes utilizan unos que están compuestos por una aleación de níquel, aluminio, cobre, samario y potasio. Los colocan en puntos estratégicos del cuerpo y sus propiedades reactivan la organización celular para que la energía vital fluya a nuestro favor, desboqueándose.
No he probado todavía esta práctica pero sí he tenido la suerte de recibir varios masajes corporales donde la masajista terminaba con las palmas de las manos a un centímetro de mí, subiendo hacia la cabeza. La sensación de que no te tocan pero sientes esa energía entre tu cuerpo y sus manos es alucinante, como cuando te acercas un cepillo del pelo con electricidad estática. Sentir para creer.
Entre los beneficios de la magnetoterapia está la activación de la circulación sanguínea (favorece la oxigenación celular), aumenta el aporte de calcio, restaura el PH normal y el equilibrio hormonal del organismo.
La traducción en belleza es un bienestar que nos sienta bien (buena cara), una reorganización a nivel celular que favorece el trabajo de cada célula, una piel de mejor calidad, entre otros. No importa la técnica que te gusta: pruébalas, escoge una o más, y relaja tu cuerpo. Es uno de los mayores placeres.
Foto | kirikiri
Vía | Nueva Estética nº 364
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