Mete palomitas en el microondas porque se avecina historia de amor, eso sí, obviando el desenlace. Corría el 12 de septiembre de 1961 cuando un rompecorazones Juan Carlos de Borbón se disponía a dejar atrás su pasado latin lover, que retomaría al cuarto de hora, con el fin de pedir la mano a la hija de Pablo de Grecia, pero sin romanticismo ni escenitas pomposas.
Como contexto histórico-romanticón, cabe destacar que Juan Carlos y Sofía se conocieron en alta mar, en concreto en el Agamenón que navegaba por las islas griegas. Sin embargo, ahí no hubo ni miradas picantonas ni "vente, que te enseño mi camarote". Tal y como aseguran en 'Infobae', sería en junio de 1961 cuando la pareja volvería a coincidir en el enlace del príncipe Eduardo y Katherine Worsley, celebrado en Londres, para que sus mentes hicieran match: "Allí empezamos a sentir el tirón del atractivo", le desveló la madre de Felipe VI a Pilar Urbano.
Los meses pasaron, el amor se afianzó y un anillo voló al dedo de Doña Sofía, literalmente hablando. Y es que la pedida de mano fue, cuanto menos, curiosa. Tuvo lugar en Lausana, lugar de residencia de la reina Victoria Eugenia y donde se encontraban hospedados los kings de Grecia por la inauguración de la Exposición Universal. Según 'Marie Claire', el emérito optó por lanzarle una caja a su, por entonces, novia donde se leía "Sofi, cógelo". Con lo fácil que hubiera sido transcribir un poema de Pablo Neruda.
Pero, ¿qué había en la citada caja? Pues mucho brilli-brilli: una sortija de oro, rubíes y brillantes. El método para anunciar el bodorrio varió según la zona. Mientras que en Atenas no escatimaron en gastos, tiraron 101 cañonazos y emitieron un comunicado oficial, en España, donde reinaba la Dictadura, hicieron una pequeña mención. The End.
Fotos | Gtres
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