En plena ola polar en Madrid, Francis Montesinos ha acertado con una colección mucho más comedida y menos folclórica de lo que suele ser habitual en el diseñador valenciano, con los abrigos como grandes protagonistas de la primera parte del desfile. Una colección con la que repasa sus 40 años de carrera y que le sirve para revisitar todos los lugares recorridos a lo largo de su vida.
Los abrigos manta en tonos crudos y con estampado tartán se hacen imprescindibles para el día. De la estepa siberiana llegan también vaporosos vestidos de flores a los que se superponen prendas de abrigo.
Según cae la tarde, la mujer de Montesinos se vuelve más femenina y elige vestidos de seda estampada y terciopelo, que envuelven el cuerpo con ligeros drapeados.
Como contraste a los tonos crudos de los abrigos, los vestidos, las blusas y las faldas se teñían de morado, verde y azul.
Para la noche quedan las sensuales tranparencias, el severo negro, las lentejuelas y el cuero troquelado, pero también el romántico nude y el delicado encaje.
No pueden faltar los trajes de ceremonia, en los que se permite caer en los tópicos volantes y en las recargadas plumas. Quizá la parte más floja de la colección, por su incomodidad. Los vestidos largos eran tan estrechos que las modelos debían caminar a pequeños pasos. Ni el movimiento de la sobre-falda de gasa conseguía dotar de fluidez al conjunto. Lo mejor, el fuerte tono rojo vino de uno de los vestidos.
Como colofón final del desfille, una novia ninfa repleta de flores rosadas, recién salida del deshielo primaveral tras una colección de otoño-invierno.
En definitiva, poco exceso en un Montesinos que ha preferido presentar una colección amplia, variada y más comercial de lo habitual. No están los tiempos para arriesgar demasiado.
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