Ayer me sumé al fenómeno de 'Al borde del abismo'. La premisa que rezaba Netflix no tardó en convencerme: Chipre como escenario, el encontronazo con un viejo amor y esa aura de verano isleño que te invita a viajar desde el sofá de tu casa. Sí, efectivamente, todo suena predecible. Una confía desde el minuto cero en que se alinearán los astros, en que todo saldrá bien, pero, ¿por qué estar siempre pensando lo contrario? Esto va de abandonarse a los tópicos y dejar que la ficción se cuele en la vida, para elevarla, para dejarnos una sonrisa tonta al otro lado de la pantalla y la ilusión de que durante 90 minutos el mundo parece estar bien hecho.
'Al borde del abismo' es la segunda película de Stelana Kliris, la directora y guionista de origen sudafricano y chipriota que ha trasladado el film hasta el top 1 de Netflix en medio mundo. La sinopsis invitaba a pulsar el play: "Tras el fracaso de su álbum de regreso, una estrella del rock se retira a una casa en un acantilado de Chipre. Allí, descubre que su nueva vida se complica por las visitas y por un antiguo amor."
John Allman, interpretado por el cantante y actor Harry Connick Jr, es el protagonista de la cinta, un hombre que tras poner en pausa su carrera musical vuela hasta Pegeia, una de las zonas más hipnóticas de Chipre. Allí se compra una casa que resulta ser una auténtica ganga, aunque más tarde comprobará que su precio está inevitablemente ligado a que esa área es una conocida "zona de suicidio." Desde ese instante, todo se vuelve una caída libre constante, especialmente cuando John se topa en una taberna con Sia, a la que da vida Agni Scott. Ese es el verdadero abismo, uno que da más vértigo que cualquier salto al vacío.
La película te engancha de lleno ya en las primeras escenas, lo hace en el momento en el que un lugareño arrastra a John a un local para presentarle a sus amigos. En esa mesa cargada de comida y bebida, nuestro protagonista se topa con el rostro de Sia e inmediatamente el barullo de voces se transforma en un eco lejano. El vuelco al corazón de ambos resulta casi algo palpable, es ahí cuando Sia irrumpe con su frío saludo: "encantada de conocerte". Una frase con la que sentencia, bajo la mirada del músico, que no dejará entrar al pasado en su nueva vida.
La trama sigue de cerca la brillante línea de 'Mamma Mía!' o 'Mi gran boda griega', con personajes imperfectos que van abordando la cotidianidad de sus vidas como pueden y mientras tanto, nos regalan esa idea fantástica de que en una isla del mediterráneo la vida puede parecerse al cine. Ese es el gran triunfo de las comedias románticas, no prescindir nunca de la ilusión, rendirse a los clichés, ser zona segura, un lugar de confort.
Los paseos en Vespa por las calles sin asfaltar, las paredes encaladas de las casas entremezcladas con el azul burbujeante del mar, las serenatas tradicionales en griego que viajan del inicio al final del film, ancianas que leen con gracia los posos del café, la gastronomía a base de raviolis chipriotas y caracoles. En definitiva, la posibilidad de que en verano la vida pueda ser lenta pero chisporroteante porque hay tiempo para lo verdaderamente importante, el ahora. 'Al borde del abismo' festeja precisamente eso. Una premisa liviana y rebosante de esperanza en la que poder bucear estos días de calor agotadores.
Fotos | Netflix
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