Estamos acostumbrados a decirle a los niños que ‘nadie les diga lo que pueden hacer o lo que no’, que ‘el límite está en sus sueños’ y que, si se esfuerzan, podrán llegar al ‘infinito y más allá’. Sin embargo, todos somos consciente de que lo decimos con más fe que convencimiento. Hay obstáculos más fuertes que los sueños y las buenas intenciones. Uno de esos obstáculos se llama ‘atrofia muscular espinal’.
Se trata de una enfermedad rara, genética que ataca a las neuronas motoras y va debilitando los músculos de las personas que lo tienen. Hay muchos tipos y no todos son mortales, pero, sin lugar a dudas, es una de esas cosas que cambian (para mal) la vida de decenas de miles de niños en todo el mundo. Por eso, lo que hoy os traemos es una de esas cosas que te hacen recuperar la fe en el mundo moderno: un exoesqueleto que permite a estos niños ponerse en pie y caminar.
En esencia, como explicaba Natalia Rodríguez, jefa de rehabilitación del Sant Joan de Déu, “se trata de un robot que, en lugar de caminar por sí solo, se acopla al cuerpo de una persona. El paciente pone lo cognitivo y el robot aporta lo físico”.
Desde España y con nombre de mujer
Todo ello desde España. Una pequeña spin-off del CSIC, Marsi Bionics, la empresa de ingeniería Escribano y los hospitales Sant Joan de Déu de Barcelona y Ramón y Cajal de Madrid acaban de llevar a la clínica este dispositivo robotizado de 14 kilos que sirve para demorar la enfermedad, mejorar la calidad de vida de los niños y devolver algo que hasta hace muy poco tiempo se había dado por perdido: la movilidad. Aunque sea con movimientos aún torpes y calmados.
Y, lo que es más importante, todo ello por una mujer: Elena García, ingeniera industrial, fundadora de Marsi y alma del proyecto. García acaba de ganar el premio MAS SMARTgirl de Samsung que reconoce la trayectoria de mujeres que se sirven de la tecnología y la innovación para lograr un impacto positivo en la sociedad. Y no es para menos.
Cuando algo hace 'click' en tu cabeza
Esta vallisoletana se doctoró en 2002 en robótica por la Universidad Politécnica de Madrid y es científica titular en el Centro de Automática y Robótica del CSIC. Su historia hubiera sido la de muchos otros ingenieros industriales si no hubiera sido porque un día de 2009 conoció a Daniela.
Daniela era una de esas niñas de las que hablábamos al principio. En su caso no fue la EMA, sino un accidente de tráfico que la había dejado tetrapléjica. Al conocerla, algo hizo ‘click’ en la cabeza de Elena y decidió dejar lo que tenía entre manos y volcarse en usar todo lo que sabía sobre robótica para que los niños como Daniela pudieran tener una vida mejor.
Desde entonces, y va a cumplirse casi una década, los obstáculos han sido muy importantes: estructuras muy pesadas, sensores torpes, algoritmos mal diseñados, motores con problemas. Pero la espera ha merecido la pena, hoy tenemos el primer dispositivo útil y, la verdad, es solo el principio.
Más de 120.000 niños podrían verse beneficiados en España
Las estimaciones más realistas señalan que solo en España hay alrededor de 120.000 niños con problemas de movilidad que podrían beneficiarse de exoesqueletos robóticos de este tipo. Es decir, 120.000 niños que podrían recuperar la movilidad en casa, en el colegio y en muchas otras actividades.
Aún quedan barreras, claro; sobre todo, la del precio, unos 30.000 euros. Pero, pero como se puede leer en el fallo del premio que le acaban de conceder, está claro que “el trabajo de Elena García es una invitación a superar barreras y una inspiración para seguir trabajando en poner la tecnología al servicio de las personas”. Poco más podemos añadir.