Casi ningún padre lo hace pero es clave para que los niños sea resilientes cuando crezcan

Si pensamos en que los hijos son el reflejo de los padres en muchos casos y que el desarrollo de los niños nace en parte de lo que observan de sus padres, no es de extrañar que décadas de investigación hayan demostrado que la resiliencia de un niño depende de la de su cuidador. Pero lo que quizá no sabes es que según los estudios, cuando los padres tienen problemas emocionales, los hijos tienen más probabilidades de enfrentarse a desafíos emocionales. Es decir, si no cuidamos nuestro bienestar, el de nuestros hijos está en entredicho.

Cuidarnos para cuidar

Los cuidadores deben priorizar su propio bienestar aunque parezca una contradicción cuando hablamos de crianza. Piensa en las instrucciones que recibimos cuando volamos en un avión y nos indican que antes de ponerle la mascarilla a otro, debemos ponérnosla nosotros. En cambio, para dar lo mejor a nuestros hijos nos sacrificamos, pero cuando nos sacrificamos, corremos el riesgo de no ser un cuidador fuerte y resiliente para nuestros hijos.

Cuando estamos abrumados, es complicado ser un padre paciente y aparece la llamada “separación proximal”. El libro ‘La madre emocionalmente ausente’ de Jasmin Lee Cori, explica que la separación proximal es la situación en la que un padre está físicamente presente en la vida de su hijo, pero emocionalmente no está disponible. El motivo de que no estuviera disponible van desde el estrés hasta la depresión u otros problemas de salud mental. Es decir, el padre puede estar presente y hasta participar en actividades con el niño, pero su estado emocional le impide conectarse de manera profunda y significativa con él, lo que puede manifestarse en falta de atención, dificultad para comunicarse, irritabilidad, distanciamiento emocional o incluso negligencia emocional.

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Como decíamos antes, cuando los padres tienen problemas emocionales, los hijos también tienen más probabilidades de enfrentarse a desafíos emocionales, así que es importante que como padres aprendamos a gestionar esos momentos con inteligencia emocional. Por ejemplo, si lo que nos ocurre es que notamos que tenemos mucho estrés, podemos programar algunas actividades para liberarlo o hacer algo todos los días para reducirlo, como podría ser la meditación o el deporte.

Si queremos evitar esa separación proximal y reforzar nuestra resiliencia podemos comenzar, como nos explica la psicóloga Iria Reguera, por fijar nuestra atención en los aspectos positivos de nuestra vida. También es práctico hacer un balance de nuestras emociones para identificarlas correctamente y comenzar así a manejarlas. Algo que podemos hacer también para reforzar nuestra resiliencia y que eso nos haga mejores padres es dedicar un tiempo a reconocer lo más objetivamente posible cuáles son nuestras fortalezas como persona, y aunque no lo creas, pedir ayuda y apoyo es algo que las personas resilientes hacen.

Si estás pasando por un momento difícil, busca el apoyo de un amigo o familiar y hasta prometerte no preocuparte nunca solo, es decir, compartir tus emociones siempre con alguien más. Apoyarse en amigos, familiares o un grupo de apoyo no solo alivia la carga, sino que también fortalece la salud emocional. Las investigaciones aseguran que pasar una hora a la semana con alguien que nos brinde apoyo puede reducir el estrés y hacer que la crianza de los hijos resulte menos abrumadora. Y así, podrás ser un padre más fuerte, presente y resiliente para tu hijo.

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