Nieto de Carlos III y padre de Isabel II, el reinado de Fernando VII estuvo marcado por la invasión napoleónica, sus cuatro matrimonios y, por qué no decirlo, por su pene macrosómico. Que no es que lo digamos nosotras, es que su pene, más concretamente el tamaño de su pene, ha pasado a la historia de España.
Y es que su descomunal tamaño tuvo mucho que ver en que necesitara tener cuatro esposas ya que las tres primeras no pudieron tener descendencia. Entre otras cosas, por las grandes dificultades que tenían para mantener relaciones sexuales con el rey.
Su primera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, se casó con el a los 15 años, cuando el rey contaba con 35 y la historia señala que tuvo que intervenir el Vaticano, concretamente el Papa León XII, para convencerla de que debía mantener relaciones con su esposo porque, la primera vez que le vio desnudo, meándose encima, literalmente, del susto que se llevó la pobre.
El gran tamaño del pene de Fernando VII no era una bendición genética, sino más bien una enfermedad o condición, conocida como macrosomía genital que hacía que su pene fuera mucho más grande de lo normal. Podía alcanzar hasta los 30 centímetros. Uno de los médicos del rey, también escritor, definió el miembro viril real de esta forma: "es extremadamente fino en su base como una barra de lacra y grueso como un puño en su extremidad". A ver, entendemos mejor el susto de María Josefa.
Finalmente, dadas las dificultades del rey para mantener relaciones sexuales con todas sus esposas, los médicos de la corte acabaron confeccionando una especie de cojín que facilitaba las relaciones ya que actuaba como tope para que no dañara las paredes uterinas de su esposa y no provocara desgarros. María Cristina de las Dos Sicilias, su última esposa, accedió a utilizar el artefacto dándole dos hijas a Fernando VII.
Por fin conseguía tener descendencia y resulta que son dos mujeres. Se podría decir que el pene de Fernando fue el causante de las Guerras Carlistas, dada su dificultad para procrear y, por tanto, imposibilidad de conseguir tener los suficientes hijos como para asegurar un heredero varón. Una historia, cuanto menos, "peniaguda".
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