La delicada Jane Goodall jugando con un pequeño chimpancé es una imagen poderosa. La científica británica, considerada la mayor experta del mundo en este tipo de primates, no solo se ha dedicado a estudiarlos, sino que nos los ha acercado a los demás, hablándonos de ellos, de cómo viven en familia, de qué relaciones son capaces de establecer entre ellos y con el ser humano.
Sigourney Weaver hace de Dian Fossey, una naturalista que viaja hasta Ruanda para estudiar de primera mano a los gorilas. Es el punto de partida de la película Gorilas en la niebla, una película estrenada a finales de los años 80 y que representa la lucha contra la caza furtiva en la piel de otros primates, los gorilas, a los que la protagonista trata de defender.
Son solo dos ejemplos, pero son muy representativos y han hecho que todos, en mayor o menor medida, nos hagamos formemos una imagen: que la primatología es una ciencia de mujeres. Una idea llamativa porque hasta hace no tanto, la ciencia al completo era más bien un terreno masculino, y aunque las ciencias de la vida y la salud están empezando a revertir esa tendencia, en la mayoría de las áreas científicas los puestos más representativos siguen copados por hombres.
Como una muestra de esta realidad, basta destacar que desde 1901 solo 18 mujeres han recibido un premio Nobel de ciencias, frente a 581 hombres.
Pero, ¿es esto verdad?
¿Es la primatología un campo científico especialmente propicio para las mujeres?
Pues en realidad, no del todo, según un estudio publicado en la revista PLOS One que trataba de responder a esa pregunta. "Aunque en los últimos 15 años la proporción de primatólogas ha aumentado del 38% a principios de los 90 al 57% en 2008, la primatología está muy lejos de ser una disciplina con igualdad de oportunidades, y presenta el fenómeno conocido como techo de cristal igual que todas las otras disciplinas científicas estudiadas hasta ahora", aseguraban los autores.
En ese estudio, los científicos recogen que la primatología atrae a más estudiantes femeninas que masculinos, y sin embargo, el número de profesores supera con mucho al de profesoras. Además, y sin importar su posición, los primatólogos publican más estudios que sus colegas mujeres.
"Al analizar la distribución por géneros dentro de cada estrato académico, la prevalencia de las mujeres es evidente solo para los estudiantes y profesores asistentes, mientras que al mirar al estatus de profesores se aprecia una distribución de género opuesta". Es decir, que aunque en las bases de la disciplina (estudiantes y profesores asistentes) hay más mujeres, a partir del siguiente escalafón y hacia arriba (profesores), sigue habiendo más hombres.
Algo parecido a lo que hay en cualquier otro campo científico.
Entonces, ¿por qué asociamos la primatología con las mujeres?
Una vez superada la fase de los antropólogos de sillón (científicos que estudiaban a los antepasados del hombre analizando datos desde su despacho) apareció la teoría de que las mujeres estaban mejor preparadas para estudiar a los primates de cerca por una sencilla razón: sus hormonas no alteraban a los machos, que podían ponerse agresivos si percibían a otro macho cerca. Y nadie quiere estudiar a un gorila agresivo.
Pero no hay pruebas que demuestren que esto es así. El motivo más probable no tiene nada que ver con las hormonas, y sí con el ejemplo de las tres primatólogas más conocidas del mundo: la mencionada Jane Goodall y sus chimpancés, Dian Fossey, en la que se inspiraba Sigourney Weaver en Gorilas en la niebla, y Biruté Galdikas, concienzuda estudiosa de los orangutanes.
Las Trimates de Louis Leakey
A mediados del siglo XX se conocía muy poco sobre el comportamiento de los homínidos, un grupo taxonómico que nos incluye a los humanos y también a los gorilas, los orangutanes, los chimpancés y los bonobos. El principal primatólogo de la época, Louis Leakey, quería formar un grupo de estudio que pudiese estudiar a estos animales, pero no encontraba candidatos a la altura entre sus iguales.
Por suerte para Leaky, Goodall, Fossey y Galdikas se pusieron en contacto con él. Las tres entendieron que para conocer mejor a estos primates había que abandonar la seguridad de los laboratorios y adentrarse en sus hábitats con ellos, a veces durante décadas. Gracias a su trabajo, revolucionaron no solo lo que hasta entonces sabíamos de nuestros parientes evolutivos más cercanos, sino que también cambiaron la forma en que se estudia a esta y a muchas otras especies. Comenzaron a ser conocidas como las Trimates.
Jane Goodall y los sociables chimpancés
Nacida en Londres en 1934, la estudiosa y entusiasta de los chimpancés Jane Goodall no tenía formación científica ni universitaria cuando contactó con Leaky. De hecho, él la contrató para ser su secretaria, pero tras observar su pasión por estos primates, Leaky obtuvo los fondos para enviarla a Tanzania, a estudiarlos sobre el terreno.
Goodall resultó se una mujer resuelta y llena de recursos, además de ideas. Gracias a sus observaciones cercanas y detalladas y a su insistencia en considerar a cada animal como un individuo con su nombre y su personalidad (la corriente hasta entonces era asignarles un número de estudio) se dio cuenta enseguida que los chimpancés, como los humanos, tienen personalidad propia, a veces contradictoria.
La británica pudo observar cómo los chimpancés se relacionan entre sí y cómo sus sociedades evolucionan con el cambio generacional. También cómo a veces se maltratan, atacan y matan entre sí y cómo entran en guerra con otros grupos y familias de chimpancés. Fue la primera en observar como otra especie, además de los humanos, era capaz de utilizar herramientas para conseguir sus objetivos: los chimpancés utilizan pequeños palitos para sacar a las hormigas de sus agujeros.
Además de su trabajo para estudiar a estos primates, Jane Goodall se ha convertido en una de las voces más activas a favor de la conservación de nuestro planeta.
Diane Fossey y los imponentes gorilas
Fossey era terapeuta ocupacional en California cuando decidió dar un giro a su vida y contactar con Leakey. Le convenció para que la enviase al Congo a estudiar gorilas en 1966 y, como Goodall, pasó años prácticamente conviviendo con estos enormes primates.
Y no fue una experiencia ni mucho menos tranquila. A los pocos meses de llegar a su destino, la guerra civil en el país la obligó a abandonar su centro de investigación. Fue incluso secuestrada por uno de los bandos. Se negó a abandonar su empeño y simplemente cruzó la frontera hasta Ruanda. Allí, cazadores furtivos la amenazaban constantemente.
Gracias a su cercanía con los gorilas, y a que aprendió a imitar sus costumbres y movimientos, al final consiguió que aceptasen su presencia con tranquilidad. Así pudo aprender mucho sobre ellos, por ejemplo como las hembras a veces eran intercambiadas entre distintos grupos y como los machos podían matar a las crías para conseguir que las hembras entrasen de nuevo celo.
Igual que Goodall, con el tiempo Fossey dejó de ser una mera observadora y prestó su voz para denunciar la caza furtiva y para fomentar la conservación y protección de los espacios naturales y de los gorilas.
Los esquivos orangutanes de Biruté Galdikas
La tercera del trío tuvo que luchar contra otras dificultades: lo tímidos que son los orangutanes, que no viven en grandes grupos sino que se mueven en solitario, son muy desconfiados y tienen ciclos de vida más lentos (las hembras no se reproducen hasta que no tienen 15 años.
Hicieron falta 12 años desde que en 1971 Leakey la mandó a las selvas de Borneo antes de que la población de orangutanes que observaba se acostumbró y aceptó su presencia. En ese periodo, no realizó apenas publicaciones científicas, lo cual le supuso una gran penalización en la comunidad científica, acostumbrada a premiar la productividad ante todo.
Pero ella persistió, negándose a publicar papers sin importancia, y consiguió observar a los más retraídos de los primates. Así pudo ver la enorme cantidad de energía y recursos que invierten las hembras para sacar adelante a sus crías, mientras que los machos viven casi siempre solos.
El ejemplo de las Trimates y la española Magdalena Bermejo
Goodall, Fossey y Galdikas comenzaron a investigar y a publicitar sus resultados en un momento en el que la televisión ya se estaba generalizando. Eso permitió que miles de personas las viesen, a menudo rodeadas de los animales que eran el sujeto de sus investigaciones, lo cual las convirtió en la imagen de su campo científico, y sirvieron de ejemplo e inspiración para miles de estudiantes, muchos de ellas mujeres, que quisieron seguir sus pasos y aprender más sobre los primates.
Una de ellas es la española Magdalena Bermejo, considerada actualmente una eminencia a nivel mundial en el estudio del gorila de llanura occidental. Bermejo comenzó su formación como psicóloga infantil, pero luego se pasó a la primatología. Hizo su primer viaje a África en 1986, con 22 años, para estudiar a los chimpancés, y luego a los bonobos.
Uno de sus trabajos más importantes y conocidos, sin embargo, lo hizo ya cuando estudiaba a los gorilas: cómo el virus del ébola estaba afectando a estos grandes simios. Calculó que unos 5.000 animales murieron por esta enfermedad, y demostró que se estaba propagando de unos grupos sociales a otros, lo que dio pie a la idea de crear una vacuna del ébola para gorilas.
Tras la pérdida de tantos animales a causa de esta enfermedad, Bermejo puso en marcha varias campañas de conservación y de ecoturismo para ayudar no solo a los gorilas, sino también a las poblaciones cercanas.
Son los ejemplos de las Trimates, y de otras primatólogas de renombre que vinieron después, como Bermejo, las que hacen pensar que la primatología es un campo especialmente femenino, y aunque el trabajo de las mujeres en él es poderoso e innegable, aun está lejos de alcanzar la igualdad, como ocurre con los demás campos científicos.
Imágenes | Wikipedia
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