En Asia y, sobre todo en Japón, es habitual lavar el arroz antes de cocinarlo. De hecho, es algo que se hace a conciencia, hasta que salga prácticamente transparente el agua con el que se lave los granos. En Europa no tenemos costumbre pero deberíamos porque, más que una diferencia cultural, se trata de una acción avalada por la ciencia.
Aunque, para ser justos, este hábito en países asiáticos tiene más que ver con que el arroz es especialmente glutinoso y tiende a pegarse más, lo cierto es que lavar el arroz antes de cocinarlo tiene beneficios que traspasan lo culinario.
Para empezar, con el uso intensivo de plásticos en la cadena de suministro de alimentos, se han encontrado microplásticos en el arroz. De este modo, se ha comprobado que someter el arroz a un proceso de lavado con agua puede eliminar hasta el 20% de los microplásticos presentes en los granos crudos de este cereal.
Aunque, si hablamos de arroz instantáneo precocido, el hecho de enjuagarlo puede reducir la presencia de microplásticos en un 40%, ya que los niveles en este tipo de arroz se ha detectado que son cuatro veces más altos que en el arroz crudo.
Pero esta no es la única sustancia nociva que se encuentra en el arroz y que podemos reducir con un gesto tan simple. También se ha comprobado que, de este modo, se puede eliminar hasta el 90% del arsénico presente.
Sí, el arroz contiene niveles relativamente altos de arsénico debido a que el cultivo va absorbiéndolo cada vez más a medida que crece. No obstante, los niveles varían según el lugar donde se cultiva, los cultivadores, la variedad de arroz y la forma en la que se cocina.
Eso sí, el lavado del arroz elimina también una gran cantidad de otros nutrientes importantes como el cobre, el hierro, el zinc y el vanadio. Tampoco tendrá ningún efecto sobre su contenido bacteriano, ya que serán las altas temperaturas de cocción las que matarán todas las bacterias presentes.
Foto de portada | Pille R. Priske
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