Aunque la paella sea el plato de la gastronomía española más reconocido en el mundo y el mayor orgullo cultural de los valencianos, el arroz también es un ingrediente estrella en otras partes del país. De hecho, a mí me gusta incluso más cómo se prepara en Murcia. De hecho, la región cuenta con uno de los tres únicos arroces que hay en España con Denominación de Origen Protegida: se trata del arroz de Calasparra.
Aunque el cultivo del arroz en esta zona de Murcia se remonta al siglo XIV, la Denominación de Origen Protegida Calasparra se reconoció en 1986. Es un cultivo de montaña, a una altura aproximada de 450 metros y las variedades de arroz utilizadas son "Bomba" y "Balilla × Sollana. Estas tienen la particularidad de requerir una mayor cantidad de agua y un mayor tiempo de cocción.
Debido a estas características, el grano se hincha más y se impregna más de los otros sabores con los que se guisa. Aunque se recolecta entre octubre y noviembre, se consume todo el año. Además, tampoco hay que desplazarse hasta Murcia para catarlo ya que se comercializa en supermercados de toda España. Sin embargo, como murciana, os digo que como en su tierra de origen no se come en ninguna parte.
De hecho, esta localidad al noroeste de Murcia tiene una ruta del arroz formada por restaurantes en los que se puede pedir la paella de mil y una formas: de conejo y caracoles; con bogavante; de verduras (mi favorita) o con presa ibérica, ajos tiernos y setas de temporada (más alioli de cilantro)... Además, por un precio por persona que va desde los 10 euros hasta lo 50 euros.
No obstante, el que tiene las mejores vistas es el Restaurante Santuario Virgen de la Esperanza, que toma su nombre del santuario homónimo al que muchos llaman "la pequeña Petra murciana". Se trata de un templo en medio de la única reserva natural terrestre de la Región de Murcia, lo que lo convierte en un hermoso lugar a orillas del río Segura donde se respira tranquilidad.
Aunque lo más espectacular de todo es que el santuario en cuestión está situado literalmente en una gruta de unos seis metros excavada en la roca, obra de la erosión subterránea del río. De hecho, del techo de piedra de la ermita mana un venero de agua. Aunque es especialmente su fachada la que hace recordar a la ciudad de Petra de Jordania, con una cantidad de detalles distintos tallados en la piedra.
Foto de portada | @restaurante.santuario
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