El otro día, durante la entrevista que concedieron los hermanos Rivera en Granada, pudimos ver a Fran luciendo un chaleco alcolchado debajo de la chaqueta. Al igual que ocurre con las pajaritas o con las pochettes (los pañuelos de bolsillo) el chaleco el es accesorio formal más difícil de integrar en el día a día.
Sin embargo, cuando uno acierta al ponérselo – da igual que sea en su versión más clásica o más deportiva -, es capaz de añadir un toque de distinción al guardarropa.
El quid está en la manera de llevarlo. Los chalecos lo que hacen es definir a la perfección la parte superior de vuestro cuerpo al margen de vuestra complexión o estatura. La clave para lograr un buen efecto es coordinarlo bien.
Los chalecos deben ajustarse bien alrededor del pecho, pero nunca debe resultar incómodos ni deben apretar en exceso. Tienen que ser lo suficientemente largos para tapar la hebilla del cinturón impidiendo que se vea asomar a la camisa.
Cuando forma parte de un traje de 3 piezas el chaleco se debe llevar siempre abotonado, dejando el último botón sin abotonar, pues así lo manda el protocolo.
Importantísimo elegir una camisa slim-fit que se os ajuste bien al cuerpo. Los chalecos marcan muchos los hombros, si la camisa resulta demasiado grande, tenderá a hincharse a esta altura.
En lo relacionado con los colores, un chaleco negro sobre una camisa blanca queda siempre bien. La combinación de dos tonalidades dentro de la misma gama de color también suele resultar muy interesante.
De un tiempo a esta parte, el chaleco deportivo se ha convertido también en el toque justo para un estilo casual aunque nunca descuidado. Para obtener el mejor efecto posible se puede combinar con una camisa de cuello con botones y un pantalón chino o vaquero, un jersey de lana o una chaqueta de sport.
Fotos | Gtres
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