La cita con la peluquería es de las más temidas por muchos, incluso más que ir al dentista. Sabes cómo vas a entrar, pero no sabes cómo vas a salir. Por mucha idea previa que lleves en la cabeza, el resultado puede ser uno completamente distinto. ¿El por qué? Aún no lo he descubierto, pero la regla siempre se cumple.
Las peluquerías son ese lugar inhóspito al que se rechaza ir y se va dejando hasta que el corte anterior ya deja de mantenerse por sí solo y se convierte en un cuadro de arte moderno, es decir, para algunos una obra de arte, para otros una patada en el estómago, y para el artista, en este caso, para quien lleva el corte, algo indescifrable y sobre lo que no quiere dar explicaciones.
Cuando pasa un mes del corte, fecha en la que los propios peluqueros confiesan que es cuando deja de verse el “corte” y ya es sólo “pelo”, es cuando llega esa decisión de ir o no ir, por lo general.
El corte ha desaparecido pero uno tiene miedo a volver a pasar por la cómoda silla del peluquero. Por muchas lanas que tengamos, por mucho pelo que nos cubra por la frente y no nos deje ver e incluso por la aparición de los peculiares ricitos que a algunos les salen por detrás, la decisión de ir a cortárselo es díficil, hay que hacer frente a varias ideas que siempre se cumplen.
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Tener una idea previa sobre qué quieres que te hagan es necesario pero todos sabemos que de cómo te imaginas tú el corte, a cómo va a ser al final, hay un abismo.
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Una de las frases habituales en una peluquería podría ser: “Sólo córtame un poco, manteniendo el corte previo”. ¿El resultado? A los veinte minutos estás pelado como un soldado.
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La idea de dejarte en manos de un peluquero, quien te ofrece un “cambio radical“, depende de lo bueno que sea en su trabajo. En muchos casos funciona, pero en otros, es un desastre…
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Las peluquerías de peluqueros noveles son muy baratas pero se puede pagar cara la experiencia.
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Puesto que ya has probado por tener tu propia idea de cómo quieres el corte y no ha funcionado, la siguiente vez vas con una fotografía a la peluquería o en su defecto, usas una de las miles que hay ahí, todas de modelos perfectos, para que te sientas identificados con ellos, claro está. Pues bien, si creías que la fotografía te iba a valer definitivamente para obtener tu corte soñado, mejor ve pensando en otra cosa, que cualquier parecido a la imagen no existe.
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Han pasado unos días desde el corte de pelo anterior y ahora es cuando de verdad ya te gusta lo que tienes hecho, es más, lo mantendrías así el resto de tu vida pero es imposible evitar que crezca (que no lo contrario). Esta situación es la ideal pero al cabo de un mínimo tiempo vuelve a pasar lo mismo… peluquería y vuelta a empezar, es decir, que te cortas el pelo, te lo dejan como no quieres, a las dos semanas está en el punto exacto, pero a la cuarta ya vuelve a estar mal. ¿El término medio? Eso no existe…
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Y ya una de las últimas situaciones que siempre ocurren en la peluquería. Pongamos por caso que te ha gustado mucho el corte de la anterior vez, vuelves a la misma peluquería, te sientas en la misma silla y te lo corta el mismo peluquero, quien te pregunta: “¿Qué te hacemos?” y tú inocentemente respondes: “Lo mismo de la anterior vez“.
La realidad es que hace dos meses que no pisas por ahí, que ese hombre ve a más de quince personas al día y hace al mes más de cien cortes diferentes, una afirmación como la tuya es lo menos irreal.
Así que te pones a intentar explicar cómo era el corte, no lo consigues, el peluquero se desespera. Tú te acuerdas que te hiciste un fotografía con el móvil, la buscas, se la enseñas, crees que él te ha entendido, por si acaso señalas a una imagen de la pared que se parece a tu corte, el peluquero vuelve a asentir y veinte minutos después te encuentras de nuevo, rapado.
No hay solución, simplemente tener suerte y lograr que haya una comprensión máxima entre peluquero y cliente, además de la calidad del primero. Las peluquerías son un mundo aparte. ¿Cuál es tu experiencia con ellas?
En Mensencia | Cortes de pelo 2009