Hablamos con La Psicóloga Millenial autora del libro 'La locura como superpoder' sobre su método para tratar los problemas

Hablamos con La Psicóloga Millenial autora del libro 'La locura como superpoder' sobre su método para tratar los problemas
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Jara Pérez López se ha ganado el título de psicóloga "millennial" no solo por pasar consulta a través de Skype sino también por hablar en un tono irreverente y directo, alejado de lo que nos tiene acostumbrado el mundo de la psicología.

En su consulta, la relación paciente-profesional es horizontal sin que en ningún momento se trace una línea divisoria entre lo que se supone que es ser una persona normal y funcional de lo que no. De hecho, en su libro La locura como superpoder (Libros Cúpula, 2019) lo deja bien claro desde el primer capítulo: Normal es solo un programa de la lavadora.

Con él quiere reivindicar que todos paseamos por el lado oscuro de la vida porque el sufrimiento forma parte de ella y, por tanto, no existe una forma normal de sentir. Hablamos con ella para que nos lo cuente en detalle.

Portada La Locura Como Superpoder Jara Perez Lopez

Pregunta: En las librerías, La locura como superpoder se encuentra en la sección de autoayuda pero no tiene mucho que ver con el resto de libros que lo rodean... ¿Tú cómo lo clasificarías?

Respuesta: Mi libro surge, en parte, como una crítica a esos libros de autoayuda. Da algunas claves y plantea preguntas para que reflexionemos sobre determinados temas pero no creo que sea de autoayuda. Sobre todo porque el término me resulta complejo. Somos seres sociales y, aunque podemos hacer cosas para gestionarnos y estar mejor nosotros mismos, tirar de los demás es superimportante.

P: Esos libros que rodean al tuyo suelen predicar centrarse en algo que tu llamas “el lado cuqui de la vida” y su teoría es opuesta a algo que tú dices y es que la oscuridad no se evita sino que se transita. ¿Por qué no se nos quiere enseñar que nuestras sombras también forman parte del juego?

R: La verdad, cuando pica, no interesa. Preferimos engancharnos a frases fáciles que nos prometen la salvación. Está claro que si alguien viene y nos dice que podemos tenerlo todo en esta vida, nos vamos a querer enganchar a ese concepto pero la realidad no es esa. Yo soy consciente de que vengo a ser una aguafiestas.

 

P: Pero al final, “si solo quieres mirar hacia lo positivo e ignoras lo negativo esto te acaba explotando en la cara”. Según esta cita de tu libro, los métodos “Mr. Wonderful” nos llevarían justamente a lo contrario del bienestar y de todo lo que prometen...

R: Efectivamente. Ignorar emociones como la rabia, la envidia o la ira, por ejemplo, puede provocar que nos pongamos agresivos cuando menos lo esperamos. Hay que gestionar esas emociones. Si a mí me hacen una putada en el trabajo, por supuesto que voy a sentir rabia y por supuesto que voy a tener que sacarla. Lo que hay que aprender es a hacerlo sin montar una zapatiesta y sin que manche de mierda a los demás. Todo el rollo cuqui me parece realmente perverso porque no se están calculando las consecuencias que tiene.

P: Afirmas que absolutamente todo el mundo, sin excepción, tiene grietas y lo que llamas “fango”. Por muy perfecto que se esfuerce alguien por parecer de cara a la galería.

R: Y, además, lo vivimos como una carga horrorosa. Tendemos a pensar que somos los únicos porque nadie lo comparte. Vivimos horrorizados por como somos y, en el fondo, no nos diferenciamos tanto los unos de los otros. Obviamente, a nadie le apetece aceptar que es envidioso. El problema es que, si no lo aceptas, luego acabas haciendo cosas sin darte cuenta que ponen en evidencia de forma muy bestia esa envidia. No hace falta sentirse perfecto ni adorarse. Con conocerse a uno mismo está bien para ir tirando.

P: ¿Somos una sociedad obsesionada con el diagnóstico?

R: Yo creo que sí. Cada vez hay más diagnósticos y con cada revisión que se hace de los manuales más utilizados se añaden nuevos trastornos. Eso nos lleva a que todos tengamos algo y a que tratemos de trastorno cosas que pertenecen al sufrimiento diario. Al final lo que estamos haciendo es patologizar y trazar una línea divisoria entre lo que se considera normal y lo que no.

 

P: Y para todo lo que no se puede meter en el saco médico, cuestionas un término que se ha acuñado y popularizado en lo últimos años: “persona tóxica".

R: Bajo mi punto de vista, “persona tóxica” es el término descafeinado de “loco”. Se ha popularizado en el imaginario colectivo y también lo usan los profesionales. De repente, a las personas que están negativas y que tienen problemas nos las queremos quitar de en medio pero todos pasamos por malos momentos en nuestra vida en los que los “tóxicos” y los insoportables somos nosotros. Yo misma he sido muy tóxica cuando he estado mal. No creo que sea necesario estar al lado de una “persona tóxica” por obligación pero tampoco hay que segregarla. Me parece un poco fuerte. El hecho de sentirte enloquecer ya es suficientemente doloroso para que además se te elimine de un plumazo de la sociedad y tu palabra carezca de valor.

P: Al principio de la entrevista apuntabas otra idea presente en el libro. Hablas de la existencia de un mito social que nos dice que tenemos que aprender a superar nuestros problemas solos, sin ayuda de nada ni nadie. Sin embargo, al mismo tiempo, vivimos obsesionados con encontrar un amor que nos salve. ¿No es una contradicción?

R: Es totalmente contradictorio. Esperamos que el amor sea lo único que nos salve y ponemos ahí todas nuestras fuerzas. Es algo cultural. Lo que pasa es que hay que dosificar de las fuentes de las que bebemos porque poner todos los huevos en una misma cesta es muy arriesgado. Le dedicamos tantísimo tiempo a las relaciones románticas a lo largo de nuestra vida que estaría muy bien pararnos a pensar en el porqué. Luego, además, cuando nos hacen daño adoptamos una actitud de no querer acercarnos a nadie y sacarnos solos las castañas del fuego. Efectivamente, cuando formas un vínculo con alguien del tipo que sea te estás arriesgando a que surjan diferentes dolores. Eso forma parte de la vida y podemos asumirlo.

 

P: Hablas también de las razones sociales y políticas de la locura y el malestar. No está todo en nuestra forma de percibir la realidad. ¿El discurso generalizado de censura que existe sobre las emociones negativas no sería una forma del sistema de lavarse las manos de su parte de responsabilidad y devolvernosla además en forma de culpa?

R: Todos nacemos con una falta, una especie de vacío que es imposible de llenar y que, en realidad, tiene la función de ayudarnos a seguir evolucionando en la vida. Sin embargo, el sistema de consumo se enfoca en que la forma de atravesar esa falta es llenándolo de cosas y de experiencias, porque ahora también se consumen experiencias a lo bestia. Está claro que se nos devuelve la responsabilidad. El loco eres tú, al sistema no le pasa nada y no lo toques. Eres tú quien no sabe gestionarse y quien no está poniendo el suficiente empeño si no es feliz. Pero la verdad es que vivimos dentro de un sistema muy precario en el que hay muchas cosas que revisar y, si la culpa es siempre nuestra, no se hace nunca. No se permite pensar que tal vez estamos viviendo en una sociedad que no nos deja desarrollarnos.

P: Otro aspecto impopular sería tu defensa de que no porque algo esté considerado un mal vicio tiene por qué ir automáticamente fuera de nuestra vida si tiene una función en la que nos suma más que nos resta.

R: Para mí, los vicios son reguladores emocionales. Hay algunos que te ayudan a evitar lo que te está afectando y otros a enfrentarlo. Pero que esté bien visto irte de compras para curar tus frustraciones y que no lo esté fumarte un porro me parece hipócrita. Yo no defiendo ni lo uno ni lo otro, explico que los vicios cumplen una función que debemos conocer y pararnos a pensar en por qué los tenemos, en qué nos dan y en qué nos quitan para no culpabilizarnos. Si has salido el fin de semana y te has puesto hasta las trancas está bien que pienses en qué ha pasado esa semana para que hayas necesitado cogerte el pedo del siglo. Conocer la función te puede ayudar a gestionar esa necesidad de otra forma. Si quieres, si no puedes seguir cogiéndote pedos.

P: ¿Estaría entonces el verdadero superpoder de la locura en saber usar nuestras singularidades como trampolín para acercarnos a las cosas que queremos?

R: Conocer las partes oscuras que no nos gustan de nosotros mismos nos ayuda a ser realistas y a no correr detrás de la zanahoria como los burros. Conociéndolas tampoco vamos a ser capaces de conseguir todo lo que se nos pase por la cabeza pero sí nos va a ayudar a no andar persiguiendo una fantasía y un espejismo continuamente. A lo mejor nos va a ayudar a estar más satisfechos con lo que vivimos. Ser realistas es un poder muy aguafiestas pero también es una liberación darte cuenta y poder decir: esto es lo que que tengo, pues vamos a ver lo que podemos hacer.

 

Jara está promoviendo en redes sociales el uso del hashtag "YoTampocoSoyNormal" con el que compartir aquellas cosas que nos da vergüenza admitir sobre nosotros mismos y dejar así de esconderlo debajo de la alfombra como si fuéramos los únicos a los que les pasa.

Foto: Dora Garrido.

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