Londres esperaba con los brazos abiertos a su niño prodigio. La ciudad que vio crecer a Alexander McQueen por fin se ha reencontrado con una de sus firmas de cabecera, y como cabía esperar, Sarah Burton no ha defraudado. A golpe de un romanticismo barroco, con tintes oscuros y algún que otro destello de luz plagado de brillos y pailettes, la colección Otoño-Invierno 2016/2017 de Alexander McQueen se ha coronado como la más especial vista sobre la pasarela londinense hasta el momento.
La colección comenzaba con prendas rígidas, pesadas, maxi abrigos y chalecos que se tornaban divertidos gracias a prints de relojes, mariposas o labios. Estos daban paso a prendas realizadas en cuero y al comienzo de una sucesión de mini vestidos rosa pastel que han aportado luz a una colección centrada en el color negro.
Las transparencias y encajes han vuelto a hacer su aparición estelar en McQueen, apostando por la sensualidad e inocencia femeninas. A su vez, vestidos cargados de volantes y estampados florales continuaban esta línea, reforzando la idea de delicadeza.
Sin embargo, el colofón de la colección lo han marcado las últimas salidas, un goteo constante de maxi vestidos en color champagne, cuyos brillos han eclipsado a aquellos que esperaban con ansia el regreso de Alexander McQueen.
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