Mucho han cambiado las normas sociales desde que se establecieron las primeras reglas de protocolo y han ido evolucionando más o menos con el tiempo. Muchas de ellas se conservan, otras se perdieron por el camino y algunas todavía son vigentes aunque debieran haberse quedado también por el camino por arcaicas o fuera de lugar en la vida moderna.
En Embelezzia y Mensencia, hemos abierto debates sobre comportamiento por parte del hombre y me gustaría hablar también de la mujer. Hay normas tácitas que hacen de una mujer una señorita o una señora, las de toda la vida, las de las abuelas y las madres muy defendibles. Esa etiqueta que no soportas de pequeña pero que aprecias la educación que te han dado cuando eres adulta.
Claro está que las hay de todos los colores pasados de moda: ahí es donde debe trabajar nuestro sentido crítico. Pero de las que me gustaría hablar hoy son de las modernas y en especial de las que no están escritas, que en definitiva son las ignoradas por ser demasiado recientes.
Defiendo la igualdad de la mujer como la que más pero hay comportamientos, situaciones y detalles sociales que considero errores mayúsculos en una mujer, señora o señorita. Te los cuento y luego abrimos un debate si te apetece:
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El cigarro puro. Costó mucho que la sociedad viera con buenos ojos que una mujer fumara cigarrillos y puede que cometa yo un error con los cigarros puros. Pero nunca será un gesto femenino ni en milenios, lo mismo que la pipa. El Habano queda grotesco en una mano femenina, especialmente vestida de fiesta. Reservado para ocasiones privadas.
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El tanga. La pieza más pequeña y más famosa del atuendo moderno de una mujer es muy sexy. Pero forma parte de la ropa íntima femenina y, como tal, no hace falta enseñarla ni siquiera marcarla como muchas mujeres hacen. Es sensual y ultra-femenino que se intuya pero no que se note: el matiz es importante. Lo digo por todos los pantalones que acaban entrados en las carnes de las nalgas: feo, feo y muy feo.
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La galantería. Espero que la galantería tradicional no pase nunca de moda pero no todas las jóvenes la entienden ni la aceptan de buen grado. Supongo que hoy día no se habla lo suficiente de ella. Pero no se puede ignorar que existe y no tiene nada de sexista. Una señora que se precie sabrá aceptarla viniendo de un desconocido que no conoce su modo de pensar y sólo pretende ser educado.
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El maquillaje. Querida lectora, te guste o no, hay que maquillarse. No significa que debas ir llamativa: debes adaptar el maquillaje a tu estilo. Pero es imprescindible que domines esa arma de mujer tan poderosa que antaño estaba reservada sólo a la clase alta y pudiente. Una mujer moderna va maquillada según la ocasión y sus gustos. Pero va. Y muchas no van.
Hay detalles que son más fáciles de percibir y adoptar como nuestros de lo que pensamos. Sólo hace falta que nos permitamos el lujo de observar con tranquilidad a las personas que nos han sorprendido gratamente. ¿Qué tienen que las hacen especiales, elegantes o naturales y nos gusta?. Sin llegar a imitar y perder nuestra propia personalidad, es un ejercicio que trae satisfacciones personales muy íntimas.
Cuando alguien nos hace una crítica (u oímos criticar a la vecina, cosa que pasa más a menudo), es mejor no tomárnoslo de modo personal y negativo sino ver su parte más objetiva, analizar y aprender. La etiqueta y las normas sociales no deben hacerte sentir incómoda sino mejor contigo misma.
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