La perla es un clásico en joyería y siempre tiene un lugar privilegiado en los joyeros de todo el mundo. El capricho de las modas le dan más o menos protagonismo segun la época pero su valor como gema ha sido apreciado desde tiempos antiguos. Su redondez, brillo y color son objeto de deseo. Añadiría su tacto y el ruido que hacen cuando chocan entre ellas: me fascina.
Ya sabemos de sobra que se producen en las ostras, es decir, la perla es una bola de materia orgánica. No todas las ostras son moluscos perleros ni todas las perleras son iguales. Existen distintas especies aunque el principio de formación es el mismo.
Me hubiera gustado ser una ostra perlera y ver la cara pasmada de las primeras personas que, al abrirla para comérsela, encontraron la preciada perla natural, una joya que no necesita ser facetada, pulida o pasar por ningún proceso químico para embellecerse.
Cuando un intruso logra entrar en la ostra (granito de arena, trozo de mejillón, etc.), si no logra echarlo fuera se defiende segregando una bolsa de una sustancia cristalina que lo envuelve. Sí, es el nácar: la perla es el resultado de un proceso metabólico de producción del nácar.
La ostra perlera va segregando capas y más capas de nácar: el intruso orgánico acaba siendo una preciosa perla natural. Las auténticas perlas naturales, las que se han formado sin la intervención del hombre, son el resultado de entre 15 a 20 años de capas de nácar.
No es de extrañar entonces que más el 90% de las perlas que se comercializan hoy día son cultivadas. La calidad y variedas de perlas se diferencia según la ostra madre que la produce y el tipo de cultivo que se le aplique.
Vía | Genciencia, Niobe Joyas En Embelezzia | The Palawan Princess: qué pasó con la subasta de la perla más grande