Es la conquista exitosa del paso del tiempo en la alta relojería suiza: Blancpain. Mi dedicatoria a la marca relojera más antigua del mundo, dentro del especial Relojes de lujo, es hablar de su Blancpain 1735, nombrado así en honor a su año de fundación.
Esta serie limitada es toda una proeza y está en la lista de deseos de coleccionistas y amantes de relojes extraordinarios. Es un reto de fabricación artesanal de una marca a la que no le importa cuánto tiempo necesita para ensamblarlo sino la perfección del resultado del reloj considerado con la mayor complicación mecánica.
Sólo 30 unidades. Con 740 componentes con movimiento ultraplano, desarrollado tras 6 años de paciente y riguroso trabajo, sólo se puede encargar el último 1735 en la tienda de Madrid: todo un honor para la delegación española de la marca.
Se necesitan unos 18 meses para fabricar un Blancpain 1735 y las personas capaces de hacerlo se pueden contar con los dedos de una mano y sobran algunos. Se ensambla dos veces: la primera para ver que funciona correctamente, la segunda una vez pulidas a la perfección todas las piezas.
La foto arriba es de la Ferme, en la casa madre en Suiza en el Valle del Jura, y el profesional que trabaja es Norbert Muttuni, una de las únicas personas en el mundo que puede dar vida al 1735.
Habrá 30 orgullosos propietarios en el mundo (en Asia especialmente) con un reloj de carga automática con reserva de marcha de 80 horas que contiene las fases de la luna, calendario perpetuo, repetidor de minutos, cronógrafo rattrapante y tourbillon.
Tan especial es la filosofía de la marca que, una vez finalizado el 1735, un representante viajará adrede para entregar en mano esta obra de arte. Todos los datos de cada ejemplar (todos únicos y personalizados a gusto del cliente) están celosamente guardados en un archivo en la casa central y a resguardo de curiosos.
Este pasado mes de julio, se inauguró en el número 11 de José Ortega y Gasset en Madrid la primera tienda Blancpain en España.
Sus escaparates con nieve inmune al verano transportaban a los paseantes que las contemplaban a la época en que, durante el riguroso y largo invierno, los artesanos trabajaban con precisión pegados a las ventanas.
Si alguien de Madrid pasa frente a la tienda, me encantaría que nos contase qué decoración de Navidad han elaborado.
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