Siguiendo con las marcas de lujo de nuestro país y después de hablar del calzado de Manolo Blahnik, nada mejor que continuar por la madrileña Loewe, una marca que, a pesar de pertenecer a la firma Louis Vuitton, de la que también os hablamos en su momento, ha conseguido diferenciarse totalmente.
Curiosamente, la historia de Loewe empieza antes que la de Louis Vuitton, en 1846 en lo que antes era la calle Lobo, en el centro de Madrid y ahora es la calle Echegaray. Allí había un pequeño taller artesanal, que aunque nada tenía que ver entonces con la marca o el apellido Loewe fue el primer paso para su creación.
¿Cómo? Pues fruto del azar, como casi siempre pasan estas cosas, y del afán comercial de un artesano alemán, Enrique Loewe Roessberg que en 1872 llega a Madrid y se asocia al taller.
Al crear productos realmente novedosos (traían aires nuevos desde alemanía), elegantes y de alta calidad, muy diferenciados y escasos en los tiempos que corrían el éxito del taller fue tal que deciden ampliar el negocio, y en 1892 la firma se pasa a la calle Príncipe de Madrid.
Las personas más importantes del país se surtían en el almacén, fue uno de las primeras tiendas de lujo de nuestro país y todo un ejemplo de buen marketing gracias a sus carteles y escaparates.
Tanta era la fama de la tienda y la calidad de sus productos que el propio Alfonso XIII entrega a la empresa el título de Proveedor de la Casa Real en 1905. Esto hace que su fama crezca aún más, así como sus ingresos, y con la suma de ambos la empresa tiene la oportunidad de abrir una nueva tienda, esta vez en Barcelona.
Sin embargo como podéis averiguar no paró ahí. Cada día más, gracias a la expansión económica y al aumento de las personas que podían permitirse sus productos, tiendas veían la luz, la primera de las que sigue abierta la de la Gran Vía madrileña que se abre en 1939 (te aconsejo que te pases si tienes oportunidad, es un pedacito de historia para aquellos a los que les guste la moda).
Después de la Guerra Civil la expansión de la cadena siguió, pero siempre dentro de nuestras fronteras, al menos hasta 1963, cuando se abre la primera tienda Loewe fuera del país. El lugar elegido: Londres.
Desde ahí la cadena cada vez ha crecido más en parte gracias al producto, claramente diferenciado y de una calidad absoluta, y en parte porque en cada momento han sabido adaptarse a las tendencias más actuales conservando siempre la elegancia y la calidad.
Además han sabido sacar nuevos productos en el momento adecuado, abrir sus colecciones a ellos, sacar perfumes o incluso productos de tecnología, jamás se han quedado atrás a la hora de innovar, y ese riesgo les ha salido tan bien que hasta ahora sólo han tenido buenos resultados.
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