Puedes estar de acuerdo o no con las propuestas que Miuccia Prada presenta temporada tras temporada en la Pasarela de Milán, pero lo que nadie podrá negar es la capacidad que tiene la diseñadora para renovarse temporada tras temporada. En esta ocasión dejamos atrás los estampados psicodélicos de la colección de otoño y nos adentramos en el mundo japonés.
La mayoría de las prendas que componen la colección (en la que volvemos a no encontrar pantalones salvo en dos o tres salidas con hot pants) están decoradas con flores de cerezo y corazón de león. Y las faldas y cuerpos que no poseen esos motivos florales, están realizadas de tal manera que parecen piezas de origami.
Si hablamos de colores, la diseñadora no se mueve del verde, el negro, el blanco, el rojo y el melocotón. Además, aunque sea una colección para la próxima temporada primavera-verano, Miuccia propone abrigos largos y estolas de pelo. A Miuccia no se le pone nada por delante.
En la actualidad, lo primordial para las firmas de lujo como Prada, y más en los tiempos que corren, son la venta de accesorios. Y si bien la colección puede tener ciertos detractores, estos estoy segura que se agotarán en cuestión de minutos. Gafas y bolsos que harán las delicias de los compradores asiduos de la marca italiana, y de los que no lo son tanto.
Lo que más llamó la atención de todo el desfile fueron los zapatos… o la falta de ellos. Para Prada no hay término medio y en los pies de las modelos pudimos ver tanto calcetines-zapato de piel con lazos en la parte superior o alrededor del pie como plataformas decoradas. Una muestra más de la opulencia del territorio asiático.
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