Querida Miley Cyrus. Lo conseguiste, has pretendido ser la Madonna del 2014, mucho más obscena que ella por cierto y parece que has llegado a donde querías. Tus canciones se escuchan y tus actos se refelejan en periódicos serios en primera página. Muy bien, te has quitado de un plumazo tu imagen de Hannah Montana, como un elefante en una cacharrería diría yo, ahora que la imagen que dejas para el mundo es para pensártelo.
No voy a hablar de tus irreverencias ni esas cosas tan picantonas que haces en tus conciertos. Si es que cuando una quiere provocar o acierta o mete la pata. Abro el post con una imagen recatadita tuya luciendo la bandera de España en la mejilla mientras estás en Londres. Yo diría que te han gustado los colores y no sabes ni lo que llevas. Y lo digo porque si en tu último concierto de Barcelona ondeas una ikurriña, parece que las cosas muy claras no las tienes.
Yo casi que viendo los últimos estilismos de tus conciertos prefiero estos que tu ropa de calle. Pareces salida de una mala película de baile de los años 80, de los 80 más horteras repletos de detalles de oro malo, con bañadores de tiro tan alto que hacían hasta daño, unas plataformas más pasadas que las de Abba y una delgadez escuálida.
Puede que tu juventud, los malos consejeros, la búsqueda de fama y dinero hagan que no seas consciente de cómo te ven los demás (lo cual nos suele pasar a todos, hay que decirlo). A mí estas mallas con brillo por doquier hasta me parecen con clase y gusto para ti.
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