Miranda Kerr es divina, y no es un adjetivo que utilizo a la ligera, sino divina, como casi caída del cielo. Hasta hace poco creía que era sobrehumana, porque llevar al mozabelte de su hijo en brazos con esos tacones y esas faldas lápiz era de premio. Ella siempre salía con él en brazos, ahora el pequeño Flynn Christopher ya camina solo, en todos los sentidos.
Como siempre bien, pasea estos días por Nueva York con un jersey de mohair blanco roto, pantalones pitillo manchados y salones rojos, lo que más me gusta de todo. Sigue haciéndolo con esos zapatos imposibles para el día a día y aunque ella parezca hacer fácil lo difícil no hay horma ni tacón más incómodo que los que suele llevar.
La pala de estos zapatos es estrecha, el tacón alto y fino, pero claro, lo que tienen de incómodos lo tienen de finos y elegantes. No es un complemento que yo recomendaría para llevar de paseo a tu hijo, a quien como le de por correr porque ha visto una paloma, te puedes dar por muerta. Pero Miranda juega en otra liga y entiendo que ni corre, ni su peque se escapa.
Flynn sin embargo se ha convertido en su mejor accesorio ahora que empieza a dar muestras de su estilo: su estilismo es de sobresaliente para un niño. Camiseta de algodón marinera, un tejido bien sufrido, pantalones amarillo mostaza para aportar ese toque que requiere la infancia, complementos en naranja, y lo mejor, unas zapatillas en colores fluor, cómo no, New Balance. Aunque aquí se van estilando poco a poco, en Nueva York son lo más.
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