Lo confieso. Últimamente gozo más pensando y vistiendo a mi pequeño que a mí misma. Me encanta mezclarle rayas con cuadros, pantalones escoceses con chalecos de dandy, gorros de oso con una blazer marinera. Me lo paso pipa. Ahora, si fuera niña, sería ya la bomba. ¿Os habéis parado en la sección de niñas de H&M, la única que piso, quienes no tenéis hijos? Lo quiero todo, todo. El problema son las tallas, claro. Hoy abro este post dedicado a los peques con más estilo con, cómo no, las hermanas Parker.
Yo las llamo así pero lo cierto es que Marion y Tabitha son calcadas a su padre. A mí no se me parecen en nada a Sarah Jessica, excepto en cómo llaman la atención. Esto es justo lo que hace que comprar ropa para una niña sea mucho más divertido que para un pequeño. Hay mil fantasías, colores, estampados y complementos y sólo buscando un poco, lo encontrarás. Ideales en su último paseo por Manhattan con paraguas y unas botas de agua que ya quisiera para mí.
Vestir a un niño es otra cosa, básicamente porque la variedad es menor, mucho menor. A Rachel Zoe eso no le importa ni le preocupa y siempre lleva a su pequeño ideal, aunque siempre con alguna cosa que criticarle. Primero, ese pelo. Por favor Rachel, parece una niña. Segundo, aunque el mono de rayas es muy mono y cómodo, esas botas no.
El pequeñuelo qué le va a hacer. Oye, si a mami le da por ponerle unas botas con las que no puede doblar la pierna y le quedan grandes, pues nada. Ahora, lo peor de todo no está ahí. A ver si lo adivináis... No , no es el rictus que lleva siempre la Zoe en el careto, ni ese abrigo, ya sea porque es de piel o porque no lo sea y parezca malo.
Efectivamente, es el largo del pantalón de Rachel, sucio y que barre toda la calle.
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