Contemplar algunos desfiles es sentarse en un smoking room en el que los sueños emanan del humo de los cigarros en forma de vestidos o adornos. Sabemos que se disiparán en pocos minutos, los que el humo tarde en desaparecer, que no los volveremos a ver ni tocar, pero eso es lo que les hace mágicos y deseables. Los desfiles de Valli pertenecían a este club selecto, pero en los clubes de pertenencia tan reducida no puedes cometer un fallo en las formas, ni en el fondo.
Las formas de Giambattista Valli son las que hemos echado de menos en su colección para el Otoño-Invierno 2012/2013.
Nada nos levanta más el ánimo fashionista que una buena colección de propuestas maravillosas propias de Sissis del nuevo siglo y que posiblemente en vida nunca tocaremos, llevaremos ni oleremos. Por eso, contemplar que ya no hay nada de ello, que un cierto tufillo comercial lo ha impregnado todo, nos hace bajar a la realidad en la que en este momento, más que nunca, preferimos pasar poco tiempo.
Puede que su inclusión el la Alta Costura desde enero sea un motivo para relajarse o que los tiempos no estén para florituras vanas y volúmenes vacíos, pero hay mucho Valli que pese a sus patchwork, sus pieles, sus brillos y gasas, no vemos aquí.
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