El cambio es una de esas situaciones vitales que a veces se castiga, en parte porque da miedo. "Has cambiado", "ya no eres la misma", "tú antes no eras así", son frases que probablemente hemos escuchado alguna vez en la vida y que suelen venir acompañadas con un tono ligeramente acusador. Cuando escuchamos esa frase es más que posible que se deba a que realmente hemos cambiado. Sin embargo, el cambio me parece la mejor de las noticias.
Cambiamos a lo largo de nuestra vida
La realidad es que a lo largo de nuestra vida vamos cambiando y no tiene nada malo. Os puedo asegurar que yo no soy la misma chica que era hace 10 años, o hace cinco. La verdad, es que ni siquiera soy la misma chica que era el año pasado. Y, entre nosotros, no podría estar más encantada de ello.
Durante los últimos años me han ocurrido cosas en la vida, que lo quisiera o no, me han ido cambiando y convirtiendo en la mujer que soy hoy en día. Ha habido momentos en los que he cambiado más - o más rápido - y otros en los que el cambio ha sido más progresivo, claro. Sin embargo, la vida cambia y evoluciona y es casi imposible pedir que tú no cambies con ella.
Desde hace unos años aquí he perdido a personas extremadamente importantes de mi vida, he sufrido un trastorno de ansiedad que me puso cabeza abajo y me dio la vuelta por dentro como a un calcetín, me han roto el corazón y me lo han recompuesto, me han querido y no me han querido, no me he querido y me he querido, me he perdido y me he encontrado. Y todo eso te cambia.
Sé que lo sabéis, porque a vosotras y vosotros también os ha pasado. Con el tiempo habéis ido cambiando. Es posible que, a veces, os costará incluso reconoceros en la persona que os habíais convertido. Tal vez habéis sentido nostalgia por la persona que erais antes, sin embargo, evolucionar es parte de la vida.
El cambio como forma de adaptación
Este último año me he mudado dos veces, he cambiado de trabajo otras dos veces, he dejado amigos, he hecho nuevos y los he vuelto a dejar. Me he ido a vivir en pareja, me he mudado lejos de mi familia, he viajado, he decorado una casa con un presupuesto mínimo y me he retado a mí misma una y mil veces. "Ya no eres la misma".
No, claro que no soy la misma, porque los cambios te hacen aprender cosas de ti que no conocías, te llevan al límite y te obligan a ser lo más resolutiva que hayas sido nunca. La vida, a veces, te obliga a valértelas por ti misma, o te pone delante a gente que te muestra otra forma de hacer las cosas, otra forma de ver el mundo. La vida, en su infinita generosidad, te va dando y te va quitando y está en nuestras manos interiorizar lo que aprendemos y adaptarnos.
La capacidad de adaptación es uno de los rasgos más presentes en los humanos. Las personas no solo debemos adaptarnos a las circunstancias, sino que somos extremadamente capaces de hacerlo. Necesitamos adaptarnos para ser capaces de sobrevivir, pero también para ser lo más eficaces y eficientes que podamos ser.
Los cambios no son más que la integración de la nueva información que la vida nos va dando. Cambiar y evolucionar con el tiempo, y las circunstancias, puede acercarnos a la mejor versión de nosotros mismos que podamos ser. No es a los cambios a quienes debemos temer, sino al estancamiento y la rigidez. El cambio no solo es necesario, sino que es inevitable.
Dejemos de temerlo y de permitir que los demás - o incluso nosotros mismos - nos hagan sentir culpables por ello. Abracemos y aceptemos el cambio como lo que puede ser: el camino que nos acerca a quienes queremos ser mañana.
Imágenes | Las chicas Gilmore