En lo que se refiere al cambio nos podemos encontrar con varias situaciones diferentes: es posible que queramos cambiar algo de nuestra vida - o sintamos que debemos hacerlo - y que tengamos las posibilidad de hacerlo, pero tengamos cierto miedo a lo desconocido y sintamos dudas. En esos casos, lo que nos queda es valorar si de verdad queremos el cambio y arriesgarnos o no.
En otros casos, nos gusta nuestra vida tal y cómo esta, nos sentimos satisfechos y no queremos que cambie nada. Por supuesto, tenemos todo el derecho del mundo a no querer cambiar y es maravilloso que estemos a gusto con nuestra vida tal y cómo es. Sin embargo, en estos casos es recomendable que seamos conscientes de que a veces los cambios ocurren incluso aunque nosotros no queramos y luchar contra esto puede crear una tensión poco adaptativa.
También puede ocurrir que queramos cambiar porque algo en nuestra vida ya no nos guste, no nos haga sentir cómodos o no nos este produciendo felicidad, pero sintamos que no podemos cambiar. En ocasiones las responsabilidades que tenemos, la necesidad de pagar facturas, personas que dependen de nosotros, obligaciones para con otros, etc. nos pueden hacer sentir atados a una situación y veamos imposible cambiar nuestra vida incluso aunque queramos.
En este caso tendremos que plantearnos cuáles son las posibles ganancias y las posibles pérdidas tanto de arriesgarnos a cambiar como de decidir no hacerlo. Cada uno de nosotros tenemos nuestras circunstancias y nadie puede juzgarnos por tomar una decisión u otra.
Lo que está en nuestra mano
Cuando las situaciones nos superan, cuando nuestra vida no nos gusta o cuando sentimos que las cosas no nos han salido cómo nosotros esperábamos, podemos sentir cierta sensación de impotencia. En esto influye, en parte, lo que se conoce como locus de control.
Existen dos tipos de locus de control:
Locus de control interno: en estos casos, las personas perciben que lo que ocurre externamente es gracias o por causa a su comportamiento y que tienen control sobre lo que les ocurre. Estas personas consideran, por tanto, que lo que les ocurre depende de ellos y de sus actos.
Locus de control externo: en este tipo de locus de control, la persona en cuestión siente que lo que ocurre externamente no depende de ellos ni tienen ningún poder de control. Le atribuyen a la suerte o al destino lo que les ocurre, considerando que sus actos no van a cambiar para nada lo que les acabe pasando.
Cuando nos enfrentamos a un cambio y tenemos cosas que nos aten u obligaciones que cumplir, si tenemos un locus de control externo podemos sentir que hagamos lo que hagamos nada va a cambiar. Si sentimos que todo lo que nos ocurre depende de elementos externos, corremos el riesgo de no actuar. En algunos casos, podemos acabar comportándonos de forma pasiva con respecto a nuestra vida.
Es verdad que en ocasiones las circunstancias externas influyen en nuestra vida: el estado económico de un país, la falta o no de trabajo, el clima político, etc. y que no podemos evitar esas circunstancias y pueden afectarnos. Sin embargo, también es verdad que sí hay cosas de nuestra vida que nosotros podemos manejar y es importante que recuperemos el control sobre ellas y la sensación de que lo que tenemos voz en lo que nos ourre.
Los pequeños cambios que nos acercan a los grandes
- Hacer pequeños cambios: quizás ahora sintamos que no podemos hacer un cambio enorme en nuestra vida, dejar el trabajo, cambiar de país, iniciar una relación o dejarla. Pero sí podemos ir cambiando cosas más pequeñas poco a poco, más simples que supongan un impacto menor en nuestra vida. Quizás esos pequeños cambios nos lleven a nuevas personas, situaciones, o contextos que nos abran el camino a un cambio mayor.
Seguir aprendiendo: dedicar parte de nuestro tiempo a aprender cosas nuevas que nos interesen, aunque sea por nuestra cuenta, puede traernos grandes satisfacciones. En la era de Internet la información está de manera más sencilla a nuestro alcance - aunque sea necesario diferenciar lo útil de lo que no lo es -. Si tienes una afición, infórmate todo lo que puedas de ella y hazte tu propia especialista. Quizás nos sorprendamos al darnos cuenta de que esos nuevos aprendizajes nos pueden cambiar la vida sin esperarlo.
Replantéate tus limitaciones: en ocasiones consideramos que no podemos hacer lo que queremos debido a una serie de limitaciones. Sin embargo, algunas de estas limitaciones pueden ser irracionales o están sobredimensionadas por nosotras. Por ello, es importante que nos replanteemos esas limitaciones y las analicemos de manera objetiva como si fueran ajenas. Una buena idea es analizarlas como si nos las estuviera contando una amiga y lo que le diríamos a ella.
Valora ganancias y pérdidas: en ocasiones las pérdidas de no cambiar pueden ser mayores de lo que creemos a largo plazo. Cuando estamos acostumbrados a una situación forma parte de nuestra rutina y, aunque sea negativo, puede parecer que tampoco nos afecta tanto y que el riesgo de cambiar supondría más pérdidas. Es importante que lo valoremos y lo analicemos bien ya que puede que estemos perdiendo más que ganando.
Imágenes | Chocolat, Giphay