«Cómete un bistec», «Un plato de garbanzos para esta chica, por favor», «¿Pero cómo va sin sujetador con estas dos brevas pasas que tiene?».
Los tres comentarios los he leído en las páginas de Facebook de las revistas femeninas. Los primeros dos fueron dirigidos a una modelo fotografiada en las calles de Nueva York, dando por hecho que está enferma. El último, a Alexa Chung por no llevar sujetador.
No eran los únicos comentarios ofensivos, sólo que no quiero darles más protagonismo.
Es obvio que me lancé a la defensa de aquellas mujeres. Es absurdo pensar que la mayoría de las mujeres delgadas lo son por un problema de salud. Pero todavía peor es insultarlas creyendo que tienen problemas de salud. Sí, claro que existen mujeres que sufren problemas alimenticios, pero precisamente ellas son las que más apoyo necesitan.
Han pasado dos semanas desde aquellas fotos y me siguen llegando notificaciones de comentarios en los que me están poniendo de vuelta y media.
Sin embargo, no es eso lo que me quita el sueño. Lo que me entristece de verdad es la violencia con la que tratamos a las mujeres delgadas de las fotos: la misma con la que hace unos años machacábamos a las mujeres gordas. Si creemos que por ver a algunas mujeres con curvas entre las modelos hemos conseguido algo, estamos muy equivocadas. Porque lo poco que hemos conseguido, lo hemos destruido con los comentarios ofensivos hacia las mujeres delgadas. Es una lucha sin fin.
Lo peor de todo esto es que somos las mismas mujeres que nos permitimos insultar a las demás. Sentimos tanta inseguridad, después de siglos de humillación, que la única forma que encontramos de sentirnos bien es insultando a alguien que está “peor”. Peor, según nuestro concepto de belleza, claro.
Despreciamos a las mujeres por su físico, y sin embargo, exigimos que los demás dejen de humillarnos por el nuestro. Nos inquieta el acoso escolar; nos enfadamos con las marcas que no apoyan la diversidad de las tallas; luchamos en contra del machismo: exigimos vivir en libertad, pero no dejamos que las demás mujeres vivan la suya.
Como os lo había dicho antes, respondí al comentario en el que insultaban a la chica delgada de la foto. Dije algo así como: «Mientras sigamos insultándonos unas a otras, eso no va a cambiar». La chica del comentario se enfadó, como era de esperar y me respondió algo que me dejó todavía más triste: no podemos permitir que esa imagen de una mujer escuálida sea el ejemplo para nuestras hijas».
Lo que no podemos permitir es que nuestra intolerancia les contagie. Nuestra obligación, como personas, es enseñarles a nuestras hijas (e hijos) que un cuerpo (cualquier cuerpo) no es criticable, que insultar a las personas no es lo normal. No podemos educarlos bien, si nos ven batallando entre nosotras. ¿Qué ejemplo les damos a ellas, si tenemos que justificarnos por tener michelines o por no tener ninguno; por ser demasiado negra o excesivamente pálida; por tener el pelo liso, rizado o no tener pelo. ¿O por tenerlo en otras partes del cuerpo?
«A ver si ahora resulta que estar plana es sexy, lo sexy son las curvas»,escriben algunas en Facebook. Y no les tiembla la mano…
Lo “sexy”, como lo llamáis vosotras, es ser tolerante. Es no despreciar a los demás. Es respetar. Es leer. Es informarse. Es dejar de discriminar. Y, por supuesto, es denunciar este tipo de comentarios y no parar de concienciar a los que te rodean.
No nos lo olvidemos: criticar a una mujer por su físico es faltarnos el respeto a nosotras mismas y a todas las demás mujeres.
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