Vivimos en una sociedad diversa, con infinitas formas de entender la vida y, por tanto, la sexualidad… Y lo mejor es que tenemos el privilegio añadido de poder elegir libremente lo que queremos y cómo queremos vivir nuestros días. Por eso, aunque a priori nos pueda parecer un tema del siglo pasado, nada más lejos de la realidad: Sí, todavía hay mujeres que esperan hasta el matrimonio para perder su virginidad y nos explican sus motivos.
María, 26 años: "Decidí hace unos años que hasta que no encontrase al hombre de mi vida no me acostaría con nadie. Y, tras varias relaciones fracasadas, sigo esperando. No me arrepiento ni me avergüenzo. Sé que cuando llegue el momento pasará, no tengo grandes expectativas ni prisa. Lo importante, en mi caso, es elegir bien y sentirme segura cuando llegue esa persona".
La sexóloga Anel Martínez nos confiesa que ha trabajado con pacientes con casos muy similares y que para nada son casos aislados. "A mi consulta vienen mujeres que han esperado a la persona correcta. ¿A qué me refiero? En estos casos se entiende la virginidad como un regalo que le hacemos a otra persona o a nosotras mismas y por tanto buscamos a la persona correcta porque queremos que el momento sea el indicado, el perfecto", expone la coach sexual.
Y añade: "He tenido casos de mujeres que han esperado hasta los 26-27 años para tener su primer coito. Está muy relacionado con la idea que nos venden sobre que 'la virginidad es algo sagrado que tiene que hacerse con la persona correcta y con unas condiciones perfectas' (por ejemplo: una noche con velas, pétalos y estas cosas que vemos en las películas)". Y advierte que debemos tener cuidado con las expectativas.
En otros casos, la mujer decide llegar virgen al matrimonio por un tema religioso. La sexóloga expone que tenemos este cúmulo de ideas que nos han transmitido de generación en generación a través del cristianismo (en caso de que hayamos crecido en este entorno). El problema, asegura, ocurre cuando se genera una guerra interna entre lo que nos gustaría hacer y lo que se espera que hagamos.
Los factores externos, sociales, se pueden controlar porque todos tenemos una autodeterminación. Por eso es importante conocernos a nosotras mismas y "discernir entre lo que yo quiero y lo que me impone la sociedad".
Un tema religioso
Alfonso Basallo y Teresa Díez defienden la idea de llegar vírgenes al matrimonio en su obra 'Pijama para dos'. Casados desde hace más de veinte años, pretenden demostrarnos (seamos creyentes o no) que el matrimonio no es una misión imposible. Durante sus más de 200 páginas, nos hablan sobre la entrega y reivindican el amor-renuncia o, lo que es lo mismo, amar sin esperar nada a cambio, el gratis total, un oasis de desinterés en un desierto llamado mercado: "El sexo atrae porque es un instinto. Y mucho: como el hierro al imán. Y ésa es la base natural de la unión del hombre y la mujer".
Precisamente por esa atracción, expone que casar cuerpos es más sencillo que casar las almas... Puede llevar tiempo. El autor sostiene que no se tiene la misma sintonía la noche de bodas que después de unos años. Y asegura que casar almas lleva tiempo, esfuerzo y paciencia: "Ése es el aspecto más laborioso de la relación hombre-mujer. Por eso, es preciso dedicarle el noviazgo. Sólo después, cuando las almas se hayan puesto en sintonía, cuando nos conozcamos bien y nos entreguemos por entero el uno al otro, pondremos en sintonía los cuerpos. Resultará más sencillo y, sobre todo, no será un divertimento sacado de quicio".
Ana, 27 años: "Haciendo esta elección de ser casto en el noviazgo adquiere sentido el matrimonio para mí. Creo que para poder entenderlo hay que vivir el cristianismo y experimentar lo que lo que te dice la Iglesia es verdad, que se cumple en tu vida".
Ana nos cuenta que, para ella, vivir el cristianismo como un dogma y un cúmulo de normas que hay que cumplir es complicado, incluso imposible. Sostiene que es algo que hay que vivir desde la libertad y la experiencia, y que está fuera de lo políticamente correcto: "Es una elección que mi novio y yo hemos tomado en libertad y desde el amor".
La joven nos explica que no lo vive como un esfuerzo, sino como un don, un regalo o una gracia para que el día de mañana su matrimonio, que para ella es algo sagrado, llegue a su plenitud con el sexo y futuros hijos.
Y concluye que su apuesta de esta forma es la fidelidad: "Por encima de la pasión, las ganas, de mí... estoy poniendo por encima mi matrimonio y el amor pleno. Así seré capaz de enseñar a tus hijos cómo dos personas pueden estar unidas ante cualquier adversidad".
La construcción del mito de la virginidad en las mujeres
"Me gusta la idea de 'tener relaciones sexuales' y no de 'perder la virginidad' porque ese debería ser el concepto: vivir la sexualidad con otro, y no cumplir con un precepto rígido y patriarcal que aún significa un 'rito de iniciación'", explica sobre el tema el médico psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin.
Y habla sobre el 'peligro' que en ocasiones puede ocurrir con el mito de la virginidad en las mujeres: "Esta construcción se basa en la presencia del himen como barrera física y simbólica que separa la inmadurez de la madurez, un salto de la dependencia paterna a la dependencia marital. Esta creencia está sostenida por la idea machista y dominante: guardar el tesoro tan preciado de la virginidad para el hombre elegido (por la joven o por sus padres)".
El peligro de los determinantes externos
"En el hombre, la virginidad es abstinencia moral y no sucumbir a la tentación del deseo que pone en jaque su seguridad viril. En ambos casos las pautas morales y religiosas son tan fuertes que superan cualquier decisión personal fuera de ellas", asegura Ghedin.
Por otro lado, el especialista añade que las personas que han pasado por abstinencia sexual y llegan vírgenes al matrimonio carecen de habilidades eróticas y suelen cumplir desde la obediencia con los preceptos que rigen sus vidas. El peligro llega aquí: "En algunos casos, estos objetivos logrados (con la llegada de los hijos, etc) se viven de forma satisfactoria; sin embargo, otros comienzan a cuestionarse por qué su vida tiene que estar regida por esos determinantes externos. Y como consecuencia, apunta el experto, se puede llegar a ciertas disfunciones sexuales como un deseo sexual bajo, fobias sexuales, anorgasmia, pérdida de erección...
Lo importante, recalca Anel Martínez, es que decidamos libremente cómo queremos vivir nuestra sexualidad, según nuestros propios deseos. Que sea un camino que vaya acorde con lo que de verdad necesitamos, más allá de lo que nos imponga la sociedad, la religión o una película. ¿Y si en esto coinciden? Mejor que mejor, pero el camino lo habrás tomado exclusivamente tú.
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