Siempre se ha dicho que Amancio Ortega empezó a fundar su emporio confeccionando batas, y que cuando su pequeña fábrica ya no dio más de sí, tuvo la visión de recurrir a los pequeños talleres textiles de los pueblos que pretendían fomentar las actitudes emprendedoras y de implicación entre sus vecinas, para su integración social y su inserción laboral.
También se decía que como, por aquel entonces, su empresa no tenía capacidad para contratar a un diseñador, a la hora de plantearse la realización de una nueva colección se "inspiraba" en todos los catálogos de otras marca que pasaban por sus manos, ¡y fijaos hasta dónde han llegado!
A principios de octubre os contamos que las monjas de clausura y Miley Cyrus tenían más relación de lo que cabría imaginar. La orden de las Carmelitas Descalzas de Huelva para poder autofinanciarse se habían puesto a hacer ganchillo para marcas como la de María Ke Fisherman; y que estilistas de la talla Simone Harouche (que ya sabéis que fue quien introdujo a Miley Cyrus en el mundo de Agatha Ruiz de la Prada) o Alix Knox habían conseguido que artistas de la talla de Katy Perry o Lady Gaga luciesen sus creaciones.
De un tiempo a esta parte, para apoyar, rehabilitar y reinsertar en la sociedad a los presos que se encuentran recluidos en penales algunas marcas han apostado por encargarles también la confección de prendas en cadena, o la elaboración de pequeñas piezas de marroquinería. ¡Ya decían las monjas que el trabajo manual favorece el equilibrio de la mente, y la evolución de la propia personalidad!
Por lo general, suelen tratarse de piezas únicas - la mayoría de las veces producto de la fusión de la fabricación artesanal de bolsos, cinturones y carteras con la técnica del tatuaje realizado en prisión. Esta técnica consiste en tatuar a mano las pieles de este objetos con los materiales que suelen estar a disposición de los presos dando vida a objetos únicos e irrepetibles que han empezado a ser catalogados como Prison Art.
Aunque todos estos presos trabajan en un entorno limitado - tanto en lo relacionado con el cupo como por la imposibilidad de acceder a ciertos servicios -, cuando todos se ponen de acuerdo y trabajan en cadena, son capaces de sacar adelante proyectos, decisiones y participaciones que benefician al conjunto.
La dinamización de estos grupos consiguen crear espacios seguros para el encuentro de estos presos, lugares donde además de trabajar y dar rienda suelta a sus habilidades y creatividad, aprenden a conocerse mejor, debatir y compartir reflexiones, y hacer frente a una situación de crisis de forma activa. ¡Siempre se ha dicho que la buena caridad empieza por uno mismo!
Un trabajo que les reporta no pocas satisfacciones personales y económicas, y que promueve hacia un enriquecimiento personal pues les permite crear un espacio que les ayuda a aprender de otras culturas y etnias.
En España existe una asociación, declarada de utilidad pública, formada por personas que dedican su tiempo de forma voluntaria a enseñar un oficio a las mujeres presas en la cárcel de Yeserías, en la de Alcalá Meco, en la de Cáceres y también en la de Albacete. Su objetivo es proporcionarles la caña y no el pez, para que puedan reinsertarse en la sociedad - no sólo cuando salgan, sino también mientras cumplen su condena.
Sin embargo, la buena salud de la que gozaban las cooperativas que llevaban a cabo esta actividad textil o de marroquinería en los años 80 y 90 ven peligrar su existencia. Su futuro pasa por hacer algo que no haga nadie más y por la calidad, porque con China no se puede competir.
Muchas de estos talleres textiles han tenido que cerrar, otros han tenido que apretarse el cinturón reduciendo los salarios. Hay quienes han pasado de confeccionar preciosos trajes infantiles o para recién nacidos, a ropa de trabajo como gorros para operar en el quirófano. Pero si se quiere sobrevivir, hay que saber adaptarse a un mercado cambiante en el que la gente prefiere tener más de todo, para poder variar, que un sólo conjunto confeccionado con esmero.
Trabajar hace que el tiempo transcurra más deprisa en prisión. Además, ayuda a los presos autoabastecerse sin suponer unas cargas para sus familias. Hay quienes incluso pueden enviar parte del dinero ganado con su esfuerzo a sus hijos, y esto les ayuda a recuperar su autoestima. He estado leyendo un informe, y de los 65.659 presos que llenaban las cárceles el año pasado, 12.436 realizaron un curso de formación de 560 horas, y ahora trabajan y reciben un sueldo.
Llegados a este punto, me gustaría que os hicieráis una reflexión: Todos compramos ropa "Made in China" de marcas low cost - y también de marcas de lujo, aunque no siempre lo admitan - pero, ¿tendrían el mismo éxito de ventas si supiésemos que se confeccionan en prisión?
Otra cuestión interesante que tendríamos que tener en cuenta es preguntarnos si la ropa confeccionada en prisión tendría que pagarse al mismo precio que todos estos gigantes textiles pagan en Oriente para poder ser competitiva, o si enseguida habría quien dijese que eso es explotación.
En un mundo ideal, lo suyo sería un comercio justo y equitativo, pero a la vista está que los números mandan, así que sin crear polémicas me gustaría invitaros a que debatiésemos juntos lo de si es mejor poder trabajar aunque te paguen mal, a que encarguen el trabajo fuera, a personas que están dispuestas a cobrar la mitad de la mitad con tal de poder subsistir.
Fotos | Flickr, Comercio Justo, Prison Art
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