Cuando finaliza el año siempre dedico un tiempo a la reflexión en todos los aspectos de mi vida. El trabajo es una de las áreas que más ocuparon mi mente en el pasado año y analizando todo lo que ha sucedido me he dado cuenta de dos cosas: no existe la perfección y entenderlo me hace feliz, y la segunda es que muchas de las cosas que me quitan el sueño en el día a día con relación a mi trabajo escapan de mi control.
Con esto en mente he descubierto el círculo de influencia de Covey. Entenderlo y ponerlo en práctica me ha ayudado a no perder tiempo en pensamientos que no me aportan, ganando así mi salud mental y mi productividad en el proceso.
Qué es el círculo de influencia de Covey
Es posible que conozcas el libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva". Es uno de esos libros de desarrollo personal que recomiendan siempre los expertos para desarrollar tu potencial, pero esconde mucho en sus páginas, como algunos trucos para aumentar tu productividad aplicando por ejemplo, el círculo de influencia. Aunque fue escrito por Stephen R. Covey y publicado en 1989, sus consejos siguen siendo tremendamente efectivos aunque hayan pasado 35 años.
El círculo de influencia de Covey o teoría del círculo de influencia y preocupación, es una estrategia que desarrolló el experto en liderazgo Stephen R. Covey inspirándose en la filosofía estoica. Se trata de una representación gráfica de dos círculos superpuestos, preocupación e influencia. Cuando los creamos se forma una diana que nos ayuda a representar de una forma muy gráfica cualquier aspecto de nuestra vida y así, tomar conciencia de hasta qué punto puedes actuar y decidir cómo hacerlo.
La psicóloga Valeria Sabater afirma que esta es una herramienta cognitiva que “te permitirá regular mejor tus reacciones emocionales y focalizarte en aquello que de verdad importa”, pero para ello necesitamos conocer las áreas que controlar y cómo nos enfrentamos a los desafíos que se presentan.
Qué representan el círculo de preocupación y de influencia
La primera de las esferas, la más grande, es la que corresponde a todo aquello que no puedes controlar. Aunque quieras hacerlo, no puedes, y eso genera cierta frustración que puede conducir al estrés. La segunda, más pequeña, es la zona que sí puedes cambiar, modificar o desarrollar porque está a tu alcance.
El control percibido puede definirse en términos generales como la creencia en la propia capacidad de ejercer control sobre situaciones o eventos y según esta investigación publicada en Frontiers in Neuroscience ese control percibido es esencial para tu salud mental y para conseguir alcanzar metas y objetivos. Si no tienes esa percepción de control el cerebro, tal y como explica la investigación, puede provocar una disminución de nuestro rendimiento además de estrés y ansiedad. La buena noticia, es que ese círculo de control puede regularse y ampliarse y con ello mejorar el rendimiento.
Para conseguirlo lo primero es entender qué áreas no son controlables, como acciones que ya han pasado (porque no podemos cambiarlas retrocediendo en el tiempo); el propio tiempo; las circunstancias sociales, políticas y económicas que nos rodean y son externas a nosotros; las acciones de otras personas porque, aunque influimos en quien nos rodea, no podemos cambiar sus sentimientos ni decisiones; o aspectos biológicos como las enfermedades.
Y ahora llega lo importante, porque según la teoría de la influencia de Covey, el enfoque debe estar en el círculo de influencia, que contiene aspectos sobre los que sí podemos tomar medidas significativas y con ello, marcar la diferencia. Tus decisiones, tus metas, tu autocuidado, tu gestión del tiempo, tu comunicación, tu actitud, tu aprendizaje. Todo lo que tiene que ver contigo es controlable. Incluso tus miedos si hacemos caso a la ciencia, porque según este artículo de Journal of Experimental Psychopathology cuando una persona es consciente de que puede actuar y dominar un peligro o amenaza y toma control de él, regula mejor su ansiedad.
Podríamos añadir dos esferas más en el círculo de influencia, un círculo de confort y otro de control. Estos hacen referencia a lo que podemos conseguir sin esfuerzo (confort) o con esfuerzo (control), ya que el círculo de influencia representa la zona en que puedes conseguir que las cosas ocurran. Eso sí, solo con los círculos de influencia y preocupación tendrás una visión clarísima del concepto del que hablaba Covey.
Cómo aplicar el círculo de influencia de Covey a nuestro día a día
Covey afirmaba, y cito textualmente, que “para mejorar tu realidad debes trabajar en la única dimensión sobre la que sí tienes control: tú mismo”. Y ahí entra la actitud reactiva y la proactiva.
En él nos habla largo y tendido de la proactividad, que define a algunas personas y les ayuda a ser siempre efectivos independientemente de su contexto. Esa proactividad según Covey “forma parte de la naturaleza humana” y es la llave para el cambio. Con ayuda de su círculo de influencia, cambiamos nuestro enfoque, lo que nos permite focalizar la energía y los recursos en aquello que sí podemos cambiar y está bajo nuestra influencia, dejando de lado aquello que escapa a nuestro control. Debemos pasar de ser tener una actitud reactiva en la que solo nos preocupamos, para conseguir una actitud proactiva en la que nos ocupamos. Así, aumentamos esa zona que controlamos, como en la imagen, porque si solo nos preocupamos disminuye y si actuamos, aumenta.
Esta herramienta nos ayuda a visualizar de una forma más clara dónde estamos y qué podemos hacer, y para aumentar su dimensión lo primero es tratar de minimizar la preocupación comenzando por identificar qué nos angustia y buscándole una solución. Por ejemplo, en mi caso, me genera ansiedad poner límites a otras personas y lo cierto es que sus reacciones no dependen de mí, así que como solución me repito estas frases de una psicóloga para disminuir el sentimiento de culpa y el agobio.
Aún así, es probable que aparezcan pensamientos repetitivos y en bucle, así que si no queremos que se coman nuestro tiempo y eso afecte a nuestra productividad, podemos usar la técnica de la parada de pensamiento ayudándonos de estos trucos de psicología para frenar los pensamientos en bucle.
Como consejo, piensa siempre en aquello que puedes controlar y aquello que escapa a tu control y tenlo presente. Tener claras las áreas de tu círculo de influencia te ayudará a focalizarte solo en ellas. Un ejemplo, en mi caso, las reacciones que mis clientes tengan con los límites que pongo, no están bajo mi control, pero sí puedo mejorar mi comunicación y que esta sea más asertiva en el trabajo para facilitar las cosas.
Como decíamos antes, el miedo es controlable y podemos gestionar la frustración al fracaso, el miedo a equivocarnos o el temor a la incertidumbre. De la misma manera, podemos trabajar la autoestima y la confianza para mejorar nuestro círculo de influencia, por ejemplo, aprendiendo nuevos recursos, competencias y aptitudes. Por ejemplo, en mi caso, estoy leyendo libros como “Cuando digo “no” me siento culpable”, para entender por qué me cuesta tanto poner límites en el trabajo, y leo decenas de artículos sobre comunicación efectiva para mejorar mis soft skills. He dejado de centrarme en la preocupación para pasar a la acción.
Lo más importante sin duda y tal y como explica Covey en su libro, es que decidamos dónde focalizar nuestros esfuerzos y nos centremos en eso. Todo lo demás es accesorio. Puede ser en las tareas del día, en un proyecto personal o en leer un libro, no importa. Lo único que importa es que esté dentro de nuestro círculo de influencia.
El filósofo Epicteto decía que “La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de este principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no.” Y eso es justo lo que va a conseguir que tu productividad se dispare: dejar de perder el tiempo en aquello que escapa a tu control.
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