Hola, soy Anabel y soy procrastinadora nata. La procrastinación no es otra cosa que demorar las acciones voluntariamente a pesar de que sabemos a ciencia cierta que al hacerlo nos irá peor. Te pongo un ejemplo, tengo que dejar temas para mis vacaciones y me veo a las 11 de la noche de mi último día escribiendo. Fuschia Sirois, profesora de Psicología en la Universidad de Sheffield en Reino Unido explicaba a The New York Times que "la procrastinación es esencialmente irracional. No tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas".
La ciencia dice que la procrastinación no nace por pereza o falta de tiempo, sino por el estado de ánimo. "Las personas se enganchan en este círculo irracional de procrastinación crónica debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos en torno a una tarea", afirmaba Sirois.
Hay expertos que afirman que lo importante no es el origen de la procrastinación, sino encontrar mejores formas de regular las emociones para evitar estos problemas. Cómo hacerlo es otra cosa. La psicología clínica y la medicina conductual tienen herramientas de activación conductual que pueden servirnos, y que enfocan el movimiento con un plan y no con un estado de ánimo para que salgan de ese círculo vicioso. Pero hay algo que me ha servido más y que se llama la “regla de los 10 minutos".
Cómo aplicar la regla de los 10 minutos
Si aplazamos aquello que nos disgusta, emocional o físicamente, por mucho que le diga a mi cerebro que se ponga en marcha, hay ocasiones en que me cuesta más. Empezar suele ser lo más complicado de todo, por eso funciona la regla de los 10 minutos, que consiste en ponernos con una tarea solo durante 10 minutos. Pasado ese tiempo, decidimos si continuamos o no.
Tal y como explica Amy Morin, psicoterapeuta, profesora y autora del libro ‘13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen’ esta regla puede ayudarnos a desarrollar la autodisciplina que necesitamos para afrontar esas tareas que posponemos una y otra vez con la excusa de que “lo haré luego” o “mañana estaré menos cansada y seguro que lo saco”.
Si usas la regla de los 10 minutos, nueve de cada diez veces decidirás continuar más allá de los 10 minutos, como explica en Inc. En muchas ocasiones tenemos que hacer algo y nos pasamos horas posponiendo algo que en realidad solo nos llevará 30 minutos. La experta explica que el miedo es la emoción más difícil de tolerar, así que lo eliminamos de la ecuación. Dejamos de tener miedo porque dejamos de pensar en la tarea y simplemente comenzamos a ejecutarla.
Te pongo un ejemplo. Llevo dos días pensando en mandar un email. ¿Crees que me llevará más de 10 minutos? Aún así, soy incapaz de ponerme con ello porque tengo miedo de la reacción del cliente cuando lo mande. Sin embargo, como bien apunta la experta “cuando no quieres hacer algo, es probable que pienses que es peor de lo que realmente es”.
Lo que hacemos con la regla de los 10 minutos es hacer frente a esos pensamientos y no dejarles espacio, y te aseguro que si te lo pones en tu lista de prioridades a primera hora del día y usas esos primeros 10 minutos para empezar, no pararas. Te lo digo yo, que llevaba postergando este artículo dos días y al ponerme con él y pasar los 10 minutos he seguido escribiendo casi por inercia.
Solo necesitas repetirte que vas a hacerlo durante un tiempo y, como ocurría con “la regla de los cinco segundos”, pasar del pensamiento a la acción sin dar tiempo al cerebro a que se niegue.
Evidentemente esto tiene un efecto en mi productividad porque al dejar de perder el tiempo, consigo hacer más cosas en el mismo tiempo que empleaba antes, lo que como persona que teletrabaja agradezco infinitamente.
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