Existe la idea de que debemos estar haciendo algo hasta de vacaciones. Pasar tiempo aburrida es sinónimo de pereza, y la inactividad y el “no hacer nada” ha adquirido una connotación de negatividad tras el que se esconde la culpa por no ser productivos hasta en el tiempo de ocio.
Miley Cyrus confesaba en una entrevista con Elle que durante mucho tiempo odió estar aburrida porque sentía que eso significaba que no estaba haciendo suficiente o que estaba siendo vaga. Esa sensación es algo inherente en un contexto de “smart fast”, la cultura del todo y ahora, y puede llegar a provocarnos el llamado síndrome de la vida ocupada.
“Smart, fast”, la cultura del todo y ahora
La cultura del “smart, fast” hace referencia a esa velocidad en la que no solo nos importa ser productivos en el trabajo sino que queremos todo y ahora en todos los ámbitos de nuestra vida. Hace un tiempo cuando teníamos un objetivo nos poníamos un plazo para cumplirlo. Ahora lo queremos de forma inmediata porque se ha cambiado la temporalidad de la cultura y llenamos y llenamos nuestra vida con objetivos SMART que queremos de forma rápida. Una especie de cultura de conectividad permanente que busca optimizar cada minuto que pasamos despiertos y de la que se alimenta la maquinaria capitalista.
Hay personas llenando sus vidas hasta el extremo y sin saber que eso es un obstáculo para nuestra propia felicidad. Como nos explicaba Iria Reguera, psicóloga y directora de Trendencias esa sensación puede deberse a una necesidad de “llegar a todo en un mundo en el que cada vez vamos con más prisas, y donde estamos siempre conectados.” En las personas con rasgos perfeccionistas, esto se agrava ya que “puede ser el elemento que les aporte la sensación de estar cumpliendo con las expectativas que los demás y ellos mismos tienen sobre su persona”.
La complejidad de la sociedad moderna y el ritmo de vida rápido, extremadamente rápido, nos han empujado a los brazos de la cultura rápida y sí, también a los brazos de la infelicidad. Eso tiene efecto en lo que los expertos han denominado como generación faster, aquellos que consumen los contenidos a una velocidad de reproducción mayor que la predeterminada. Consumimos audios escuchándolos x2, vemos vídeos de TikTok para consumir más rápido y estamos abocados a no querer aburrirnos bajo ningún concepto.
Diego Redolar- Ripoll, profesor de psicobiología en la Universitat Oberta de Catalunya afirmaba en un programa de radio que en la neurociencia ya se observan cambios en la forma en que nuestro cerebro procesa la información. La generación faster, está dando paso a nuevas tendencias en las conductas en los nativos digitales y los más jóvenes, y eso provoca cambios a nivel de funcionamiento neuronal. “Los más jóvenes se están centrando más en leer mensajes cortos, intentando ir al eje vertebral de la información, pero pasando por alto los detalles accesorios", explicaba el experto. "El cerebro se está acostumbrando a manejar la información de esta manera y nos puede pasar factura en el futuro porque estaremos menoscabando la atención que requiere, por ejemplo, la lectura de un libro", añadía.
Maryanne Wolf, neurocientífica de la Universidad de Los Ángeles, analizaba esto en su libro ‘Reader, come home’ en el que culpa a internet de haber hecho que los lectores, por ejemplo, hayan perdido "la paciencia cognitiva" que antes nos permitía leer novelas más largas y complejas "y comprender niveles más profundos".
El síndrome de la vida ocupada
El síndrome de la vida ocupada es el que nos hace sentirnos mal si pasamos tiempo sin hacer nada. Como explica la psicóloga Sonia Castro, “no se trata de ningún diagnóstico clínico, enfermedad mental, etiqueta diagnóstica, ni trastorno como tal”, pero añade que “nos ayuda a identificar al tipo de personas que viven a mil por hora, que llevan un estilo de vida frenético, con cientos de ocupaciones en casa y aún más en el trabajo”.
Alguien con el síndrome de la vida ocupada, siente la necesidad constante de tener que hacer algo y estar continuamente hiperestimuladas, lo que impide que puedan parar o descansar aunque estén de vacaciones. El concepto apareció en el trabajo realizado por CPS Research en Glasgow hace más de 10 años cuando vieron que las personas se estaban volviendo cada vez más olvidadizas como resultado de los agitados estilos de vida modernos y la "sobrecarga de información".
Cuando “no hacer nada” es la mejor fórmula para ser feliz (y productiva)
La tecnología actual y la concepción de persona exitosa que tenemos dificulta mucho que paremos. Pero aunque nos parezca que no, cuando nos quedamos sin hacer nada, mirando al infinito o soñando despiertos,según la ciencia, abrimos un nuevo espacio en tu cerebro en el que “asentar conocimientos” o “combinar elementos abstractos que se convierten en ideas creativas”.
En el libro de la artista Jenny Odell, ‘Cómo no hacer nada’, se habla de usar el tiempo libre para “construir comunidades cohesivas mediante las relaciones con el entorno local antes que con el teléfono móvil”, por ejemplo. Pero cuando siempre nos mantenemos ocupadas, sin espacio para aburrirnos o simplemente no hacer nada, no tenemos ni tiempo para parar y escuchar nuestros pensamientos. Sin embargo conceptos como "niksen", no hacer nada en holandés, o "invernar", descansar en respuesta a la adversidad, se han metido de lleno en el vocabulario relacionado con el bienestar porque se ha demostrado ya que no hacer nada hasta es una forma de aumentar la productividad.
Como nos explican los expertos de Xataka, practicar el descanso consciente pero sin conexión, conocido técnicamente como Estado de vigilia tranquila, “es un estado relajado de conciencia ambiental que ayuda a la mente a procesar pensamientos complejos mientras está despierta y en reposo”. Y eso nos hace más creativos, productivos y felices.
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Fotos | Haley Phelps en Unsplash, Lawrence Chismorie en Unsplash, Clem Onojeghuo en Unsplash
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