El jetlag es lo más parecido al amor que conozco. Te descoloca, cambia tus ritmos biológicos, afecta a tu humor, altera tu sueño dejándote zombie todo el día y muerto viviente por la noche, te quita el apetito o te lo acelera, te impide concentrarte y te da dolor de cabeza. Bueno, en realidad, podría ser amor… o resaca.
Existen consejos incluso para antes del gran viaje pero, sinceramente, suficiente tenemos ya con organizar la maleta, priorizar porsiacasos, ponerle (¡vacía!) la tarjeta de memoria a la cámara, borrar y hacer espacio en el móvil y acordarse del pasaporte. Básicamente se resume en dos cosas muy fáciles pero que hay que hacer bien: beber (mucha agua, nada de alcohol) y dormir, por lo que pueda pasar.
Sin embargo, los consejos del “durante en viaje" sí son como para apuntárselos a boli en la palma de la mano. O en cualquier otro sitio de mayor confianza.
1. Cambia el chip. Y el reloj
Olvídate del pensamiento turista y ponte la camiseta local. Ajusta el reloj y resetea de dónde vienes y qué hora será allí. Vive el momento… despierto a poder ser. Al aterrizar piensa en el presente y no empieces con los cálculos y fórmulas para tensarte con las diferencias horarias. Grave error eso de repetirse constantemente «pues ahora serían mis…».
2. Haz vida normal
Suena fácil pero no lo es. No antepongas tu fuerte personalidad y tus marcados horarios de escuela militar en el destino del viaje. Sé flexible y adáptate (aunque sea flojito) al ritmo nuevo. Por una vez, intenta no hacer demasiado caso a tu cuerpo. Sé fuerte y aguanta para irte a dormir a una hora decente o entrarás en el círculo de la muerte si te duermes cuando quieres y no cuando debes. Es muy probable que si te vas a dormir a las seis de la tarde, a las cuatro de la madrugada ya estés vestido de scout mirando al resto, chocando los deditos de las manos y diciendo «bueno, qué».
3. La importancia de una buena comida
Para ser un auténtico autóctono indígena debes respetar horarios, tiempos de descanso y por supuesto, las comidas. Durante el viaje, tus comidas habrán sido extrañas y seguramente poco agradecidas, pero no pasa nada si al llegar comes muy ligero o incluso ayunas parte del día (hidratándote bien, sobre todo con zumos de frutas o verduras). Si llegas por la mañana, no hace falta que te obligues a volver a desayunar o a comer, puedes subirte al carro de la normalidad cuando te encuentres mejor o esperar a comer algo al final del día y así al día siguiente será más fácil adaptarte a tu “nueva vida".
4. Maneja la intensidad
Y no me refiero a la lectura de nueva poesía requetecontemporánea. Intenta adaptar tu actividades no solo teniendo en cuenta los días, también los momentos del día. Es aconsejable no hacer paradas después de comer para, en cuanto se despiste el resto, echar una cabezadita. Estaría bien acabar el día con un paseo antes o después de cenar para rematar y caer redondos en la cama. O lo que sea.
5. HASTA LUEGOFF
Una vez has hecho todos los deberes, por fin (¡¡¡¡¡¡POR FIN!!!!!) puedes irte a dormir. Ha sido un día duro pero ha llegado el gran momento. Tres cosas fundamentales: asegúrate de estar cómodo y con buena temperatura (el famoso estar “destemplado” es muy común en estas situaciones), apaga – silencia – tira por la ventana tu teléfono móvil (evitarás desvelarte y despertarte antes de tiempo) y por último, aquí tienes varios trucos mágicso: unas gotas de aceite de lavanda en la almohada, tomar una manzanilla antes de dormir, usar tapones para los oídos, ponerte un antifaz o incluso, tomar de melatonina.
Y sí, efectivamente, cuando crees que ya lo tienes todo controlado, te toca volver a casa. Esta vez solo hay un consejo único: paciencia.
(Texto escrito íntegramente en pleno jetlag, disculpen las molestiazzzzz...)
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