En el mismo escenario pero sin la mítica chaqueta de tweed en tamaño gigantesco a lo Moby Dick en mitad del espectacular invernadero real, Karl Lagerfeld rescata del baúl de los recuerdos las proporciones y la largada, los tacones, y el color; llega Anna Wintour, vuelve Coco: revive el Chanel de antaño.
Si la colección de Alta Costura de verano nos dejó más bien atónitos, fríos, extrañados, con tanta bailarina, tanta minifalda, y tanta silueta nunca vista, aunque el público allí congregado, su corte de amigas, exclamaba con admiración, esta vez Karl Lagerfeld recupera el camino de la sofisticación más severa y estricta,
sigue habiendo romanticismo en sus diseños pero ya solamente el maquillaje, miradas muy marcadas y difuminadas en negro, las pelucas a modo de bob, que sustituyen a las tiaras y moños franceses, y la actitud de las modelos, mucho menos angelicales, lo dice todo,
vuelven los pantalones,
la media pierna,
el largo tobillero,
los hombros del medievo,
el color,
los mitones y el eterno tweed,
en definitiva, regresa lo mejor del concepro clásico ideado por mademoiselle Chanel con un toque de futurismo elevado a los altares por un káiser menos endiosado que otras veces pero con la cabeza puesta en esa nueva generación de clientas venidas de Asia y Rusia, lolitas pudientes amantes del punk y del rococó.
Via | thefashionspot
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