El argumento más repetido cuando oigo hablar de Cibeles, perdón, de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, es: internacionalización. Me imagino a Modesto Lomba, como presidente de la ACME que es, yéndose a la cama todos los días agobiado pensando cómo lograr ese prestigio internacional. Lo entiendo: lo más difícil de conseguir para un proyecto es la promoción, por eso cuando llegan los Goya 2012 uno espera la mejor representación de la moda española sobre la alfombra roja en aras de esa proyección hacia otros países. Por desgracia, el cine volvió a dar la espalda a la moda nacional más emergente y de talento, precisamente en uno de los años en los que los Goya mantuvieron un buen estilo.
Siempre he echado de menos la forma de hacer británica en el mundo de la cultura española. Lo comentaba con motivo del lanzamiento de Mary Katrantzou por Topshop. Ellos se premian a sí mismos y después se retroalimentan poco a poco con todos los medios disponibles. En moda vemos a las famosas llevar los diseños de la diseñadora griega asentada en Inglaterra y después la firma de low cost más fuerte también le apoya dándole más relevancia internacional y acceso del gran público a ella.
Eso aquí no pasa. Menos aún nos imaginamos a Duyos, firma accesible donde las haya, nada que ver con la modernidad de los estampados de Katrantzou, apoyada desde frentes como Mango o Zara, imposible. Está la excepción actual de Hoss Intropia que ha salido triunfante en su unión con Miguel Palacio. Bien sabemos que Inditex es un circuito cerrado pero Mango bien podría seguir el ejemplo de sus firmas homólogas en el extranjero y lanzar una colección así.
Sin irme por las ramas, que es algo habitual en mí. Los Goya son ese padrino que siempre te dice: tranquilo, tranquilo, que te apoyaré, o al menos crees que lo hará, pero al final todo se queda en tierra de nadie. Con ello no digo que muchas de las actrices españolas que el domingo se subieron a la alfombra roja no apoyasen a la moda española, que hubo un buen número de ejemplos, sino que por lo general, los rostros que mayor foco de atención tienen, véase Elena Anaya, Michelle Jenner o Blanca Suárez, por citar solo tres, prefieren lucir de la mano de un diseñador internacional. Y eso es por algo.
Entre las mejor vestidas de la ceremonia apenas hubo diseño español. Solo hay que hacer un repaso rápido para verlo:
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Gucci: Marta Etrura, Verónica Echegui, Salma Hayek.
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Lanvin: Elena Anaya, María León.
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Dior: Irene Visedo,
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Blumarine: Blanca Suárez.
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Elie Saab: Goya Toledo.
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Óscar de la Renta: Cayetana Guillén Cuervo.
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Zuhair Murad: Michelle Jenner, Clara Lago
Por tanto, en esta lista solo vemos a Leonor Watling de Miriam Ocariz, a Cristina Peña de Amaya Arzuaga (look que olvidé de meter) y a Toni Acosta de Dolores Promesas. También podríamos incluir a Marisa Paredes vestida de Carmen Halffter.
Claro que sobre la alfombra roja hubo moda española, faltaría más. Si no hubiese habido nada sí que sería un problema. Entre las firmas de vestidos que más presencia tuvieron vimos a Pedro del Hierro Alta Costura (Belén Rueda, Lucía Jiménez y Pilar Castro), a Hannibal Laguna (Carolina Bang, Eva Hache, y Norma Ruiz) y a Dolores Promesas (Toni Acosta, Leire Martínez, Marta Belenguer).
También hubo presencia de Lorenzo Caprile (Silvia Abascal, Anne Igartiburu), de Cortana (Leticia Dolera y Aina Clotet), ambas firmas con gran acierto. De Juanjo Oliva (Inma Cuesta, Juana Acosta) y de Pepe Botella (Alba García) y Teresa Helbig (Macarena Gómez) entre otros. Además de la excepción destacada de los cambios de vestuario de Eva Hache. Seis nada menos: Carlos Diez, David Delfín, Devota & Lomba, Ion Fiz, y Hannibal Laguna.
Pero los Goya siguen sufriendo esa demencia de querer ser como los Oscar, por lo que no es de extrañar que los rostros jóvenes más conocidos y esperados acudan a la alfombra roja emulando a sus contemporáneas extranjeras con las mismas firmas de moda. Eso implica una clara alineación compuesta por Elie Saab, Monique Lhuillier, Óscar de la Renta, Dior, Lanvin, Gucci y Zuhair Murad, a falta de un Valentino, el cual llegará en 2013, a buen seguro. Vamos, la idea es convertir la alfombra roja de los Goya en un nuevo producto idéntico más, al igual que pasa con la Gran Vía de Madrid. En vez de apostar por la diferenciación como sello personal, los Goya buscan ser otra cosa, moda inclusive.
De esta forma, las actrices jóvenes españolas, a las que se suman María Valverde (Dior), Pilar López de Ayala (Nina Ricci), Manuela Velasco (Carolina Herrera), prefieren el renombre internacional a la apuesta por el talento nacional, que lo hay, tanto sobre la anterior pasarela de Cibeles como en el OFF o el EGO. Prefieren ser clones extranjeros que distinguirse con vestidos que solo lucirían ellas.
La única actriz que demuestra un compromiso con la firma, contrato o no detrás, eso ya me es indiferente, es Macarena Gómez. Es lo más cercano que tenemos en este momento por España de icono de marca como en el extranjero puedan ser otras como Keira Knightley para Valentino en su día. La española acude a los desfiles de Teresa Helbig y después en los posteriores actos sigue dejándose ver de dicha firma. Al menos vemos una personalidad, un estilo mantenido y no un cambio de chaqueta constante según la popularidad de las firmas.
Los Goya son la mejor pasarela para nombres como Duyos, Alvarno, Etxeberría, Davidelfín, Ángel Schlesser, Ana Locking, Jesús del Pozo, Ion Fiz, Teresa Helbig, Ailanto, Alberto Puras, Jorge Acuña, y más…
¿Si desde dentro no se apoya a la moda española entonces desde dónde se espera hacer? Y no hablo de escoger los vestidos de los diseñadores de siempre, con todo el respeto para Pedro del Hierro y para Hannibal Laguna, sino de los nombres jóvenes que diseñan colecciones interesantes cuyo escaparate mundial sí está sobre una alfombra roja. Es la misma reclamación que hace el cine español hacia los medios de comunicación: un apoyo mayor por su parte.
Después habría que entrar a valorar si la alfombra roja de los Premios Goya es interesante para alguien fuera de España, pero eso ya para otro día. Lo que importa aquí es apoyar la moda española, o al menos, dejar a Modesto Lomba irse a la cama sin agobios, tranquilo, sonriendo como un niño, habiendo logrado esa internacionalización famosa.
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