Ha llovido a mares desde aquellas primeras Navidades de Letizia en Zarzuela. Veinte años atrás, una jovencísima periodista dejaba su cargo para adentrarse en palacio. Allí nada se parecía a la vida exterior. Todo eran lujos, excentricidades y silencios incómodos. Juan Carlos vivía a su libre albedrío, Sofía no cuestionaba su comportamiento y Felipe, acostumbrado a aquella realidad, había naturalizado la situación.
Letizia no daba crédito. Sus inicios entre Borbones no fueron fáciles y fue víctima de miradas despectivas o gestos de indiferencia. A ojos de las infantas, no era más que una plebeya que había robado el corazón el corazón de la heredera. Al emérito y a su esposa también les costó asimilarlo, pero Felipe se plantó: o Letizia o la soltería eterna.
Ante semejante tesitura, sus padres no tuvieron más opción que aceptar el noviazgo. Pero la aprobación no llego de la noche a la mañana. En Zarzuela costó admitir la presencia de Letizia y prueba de ello es el regalo envenenado que doña Sofía le hizo en Navidad. Tal y como relata Lecturas, aquella jovencísima Letiza recibió "un pijama de franela muy feo, de vieja, y no supo qué decir", cuenta Pilar Eyre.
Dio las gracias y cerró el pico. Esa fue la reacción de la entonces novia de Felipe. "Un feo en forma de regalo al que hay que sumar otros que tuvieron lugar a través de gestos y conversaciones...", relata la mencionada publicación. Además, cabe destacar que Sofía nunca fue tacaña con los regalos: "Era capaz de llegar la primera a los almacenes Harrods y salir la última, y así varios días".
Fotos | Gtres
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