Pasarte diez años encarnando a un personaje convertido en icono de estilo y modelo a seguir por muchas y muchos, puede tener como consecuencia que acabes teniendo un grave trastorno de personalidad producto del desgaste físico y psíquico que produce meterte en la piel de otra persona durante tanto tiempo seguido. Y lo digo porque desde que diera por finalizado Sexo en Nuevo York tras seis años ininterrumpidos de emisión, me da la sensación de que Sarah Jessica Parker vive a la sombra de Carrie Bradshaw.
Es un personaje que quiso enterrar pero del que resucitan esporádicos atisbos en presentaciones y actos públicos, pero no son reacciones naturales, son parte de un contrato muy lucrativo del que por mucho que se empeñe la encasillada y hastiada Sarah Jessica, nunca podré deshacerse. Y mira que le pone todo el empeño del mundo.
Parker quiere ser ella misma: madre, esposa y mujer normal. De las de jean y camiseta de algodón o jersey cinco tallas más grande. De las que llevan a su niño al parque y al colegio. De las que no entienden de Manolo's y se da a los zuecos. De las que viven felizmente ( o no tan felizmente) casadas. De las que madrugan y no beben Cosmopolitans sino café. No de las mujeres de Manhattan de Candace Bushnell sino de las mujeres desesperadas de a pie.
En trendencias | El perfecto look de Sarah Jessica Parker
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