Puede que no conozcas los nombres de muchos psicólogos, pero hay uno que quizá te suene porque es considerado uno de los más influyentes del mundo: Daniel Goleman. Suyo es el libro con el que conocimos un concepto del que ahora todos hablan, la inteligencia emocional.
Su libro ‘Inteligencia emocional', editado por primera vez en 1995, fue durante un año y medio uno de los libros más vendidos según The New York Times. Daniel Goleman se doctoró en la Universidad de Harvard, donde también ha sido profesor de psicología. Uno de sus proyectos más ambiciosos es el Collaborative for Academic, Social and Emotional Learning del Centro de Estudios Infantiles de la Universidad de Yale donde trata de ayudar a las escuelas a introducir cursos de educación emocional.
En su último libro publicado, ‘Óptimo: Rendimiento, empatía e inteligencia emocional’, explica que la autoconciencia, el autocontrol, la conciencia social, la gestión de las relaciones y las habilidades interpersonales son competencias de la inteligencia emocional, pero hay una habilidad que muchos padres pasan por alto y que es imprescindible si queremos que nuestro hijo desarrolle dicha inteligencia emocional: la capacidad para concentrarse.
Presta atención, la capacidad de concentrarse es vital para el futuro de los niños
En una charla de Aprendemos Juntos 2030, el psicólogo destacaba que ese capacidad de concentrarse y mantener la atención no solo influye en los estudios, también mejora la empatía, ayuda al autocontrol y la comprensión del mundo que nos rodea. Si pensamos en el aprendizaje como concepto, está claro que la atención es imprescindible.
Y es que según explica el psicólogo Tim Pychyl en su libro ‘La solución a la procrastinación’, el problema de las distracciones es principalmente emocional porque la distracción es un mecanismo que se activa en momentos de estrés para lidiar con los problemas. Evitar las distracciones no es algo que les servirá solo de niños, conseguirá que cuando sean adultos su productividad aumente y también su capacidad para la resolución de problemas.
Según el estudio Cigna 360-Vitality, el 26% de la población española tiene problemas para concentrarse debido al estrés, así que trabajar ese “músculo”, como le llama Goleman, es imprescindible. Sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en un mundo lleno de distracciones y ladrones de tiempo en el que, por ejemplo, el 36% de millenials y zetas dicen pasar 2 horas o más al día mirando sus teléfonos según un estudio de Udemy.
“La habilidad de eliminar distracciones y concentrarte en lo que quieres se entrena y se mejora con la práctica diaria”, explica el experto. ”Estamos hablando de control cognitivo y es el mismo sistema que utiliza el cerebro para manejar las emociones negativas”. Como con la gestión de las emociones, cuando la atención se pierde y la persona (ya sea un niño o un adulto) se da cuenta, puede volver a concentrarse en ese objetivo.
Y hay una forma muy sencilla de hacerlo: respirar. No es broma. Enseñar a los niños a hacer ejercicios de respiración puede ser un primer paso excelente como bien explica Goleman. El mismo explica que lo vió en una clase de Nueva York en el Spanish Harlem. “pensé que por la vida que tenían iba a ser una clase muy caótica”, explica. Sin embargo estaban tranquilos y concentrados y la profesora le explicó que todos los días hacen algo llamado ‘amiguitos de peluche’. “Cada niño coge su peluche preferido, se tumba en el suelo, se lo pone en la tripa, y lo ven moverse al inspirar y espirar. Suben al inspirar y bajan al espirar”, explicaba el experto que asegura que este sencillo ejercicio es un entrenamiento para la atención, lo que ahora llamamos mindfulness.
“Cada vez que un niño o un adulto vuelve a concentrarse fortalece su sistema para hacerlo. Esto se puede enseñar. El cerebro quiere aprender a prestar atención. Es lo primero para cualquier tipo de aprendizaje.” El psicólogo explica que con ese sencillo gesto aprenderemos a centrar la atención en algo y volver a lo que teníamos entre manos, fortaleciendo los circuitos neuronales de la concentración como si repitiéramos un ejercicio en el gimnasio: “si lo haces una y otra vez, la capacidad de atención va mejorando y se va fortaleciendo” como lo haría un músculo. “Si no lo utilizamos se debilita; si lo ejercitamos, se fortalece", afirmaba. “El control cognitivo y la concentración pueden ser más decisivos para la vida de un niño que su coeficiente intelectual”.
Daniel Goleman explicaba que todo lo que como padres o madres hacemos con los niños supone para ellos un aprendizaje emocional y la inteligencia emocional es esencial para la felicidad en la vida. “El cerebro de un niño está hecho para observar atentamente a las personas. Por eso, los padres son los primeros profesores que enseñan inteligencia emocional a sus hijos”, aseguraba. Atento a cómo te comportas delante de tu hijo porque puede marcar la diferencia.
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