Es posible que si te cuento que los niños en Noruega van y vienen solos al colegio desde que tienen seis años, pienses dos cosas: qué niños tan independientes y lo segundo, que tus hijos no podrían hacerlo. Nos diferencian de Noruega muchas cosas más allá de las horas de sol.
En Noruega, los padres cuentan con unos envidiables derechos de maternidad y paternidad a los que los padres españoles aspiran y que incluyen por ejemplo, además de los primeros 12 meses, cada uno de los padres tiene derecho a un año de permiso por cada nacimiento. Noruega tiene además el décimo PIB más alto del mundo, el mayor fondo de riqueza y una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo. Además ocupan el séptimo lugar en el Informe Mundial de la Felicidad. España el 36.
Aunque seamos países diferentes, si hay ciertas reglas que siguen los padres noruegos y servirán para que nuestros hijos, como los suyos, sean más independientes, resilientes y felices.
La naturaleza es imprescindible cada día
La sociedad noruega basa su vida en tres valores: igualdad, moderación y cercanía a la naturaleza. Es evidente que la geografía y demografía de Noruega lo convierten en un país con muchas facilidades de acceso a la naturaleza, pero sería igual de sencillo que en lugar de que los niños salieran de casa y jugaran fuera, lo hicieran con un móvil en la mano o se quedaran viendo una serie en la tablet.
En Noruega los padres se preocupan por hacer todo lo posible para que los niños jueguen fuera de casa y en plena naturaleza, como la filosofía de vida friluftsliv de la que ya te hablamos aquí. De ahí que tengan un dicho “Det finnes ikke dårlig vær, bare dårlige klær” (No existe el mal tiempo, solo la ropa inadecuada). Esto ya se ve en el jardín de infancia, que en muchos casos están al aire libre. Que los niños pasen más tiempo en la naturaleza contribuye sin duda a que tengan un estilo de vida más saludable.
La confianza entre padres e hijos
La independencia de los niños es imposible si no existe confianza entre padres e hijos. No podemos pretender que sean independientes si supervisamos absolutamente todo lo referente a su vida, desde la ropa que se ponen hasta sus aficiones. Antes, los niños jugaban en la calle y sin supervisión, no solo en España, sino en el mundo. En Noruega eso no ha cambiado. Los niños noruegos son más independientes porque los padres dejan que tomen sus propias decisiones.
Es normal que los niños noruegos les digan a sus padres lo que están haciendo, pero como explican padres noruegos a The Guardian, no es tan normal pedir permiso. Simplemente se confía en ellos para que tomen buenas decisiones. La cultura noruega valora la independencia y la responsabilidad y se espera que los niños aprendan a cuidarse a sí mismos y a tomar sus propias decisiones desde una edad temprana. Esto se refleja en el sistema educativo, donde los niños tienen más libertad para aprender a su propio ritmo y explorar sus propios intereses. En nuestro caso, podemos dejar más libertad a los niños, porque cuando se la demos, estaremos consiguiendo la siguiente regla.
El fracaso es una herramienta de aprendizaje
El fracaso es una parte importante de la crianza noruega y que está directamente relacionada con la libertad que se da a los niños. Se les invita a disfrutar de la libertad de cometer errores, pero aprendiendo de ellos. Te pongo un ejemplo sencillo para que entiendas a lo que me refiero. Un padre noruego dejaría que su hijo se subiera a un árbol aunque existiera el riesgo de que se cayera y se hiciera daño porque aunque podría caerse, tal vez eso le convertirá en un mejor escalador en el futuro.
Cuando dejamos que los niños se equivoquen solos, arreglen sus errores y los superen, aprenden una lección y eso les convierte en niños más resilientes. Igual que fracasar es algo positivo para los adultos, lo es para los niños, pero debemos dejarles que se equivoquen solos.
Hay que seguir el Jantoven. Siempre
También llamada la Ley de Jante, este concepto conocido como Janteloven en danés y noruego, Jantelagen en sueco, Jante laki en finlandés y Jantelögin en islandés, es un código moral no oficial y específico de la región nórdica. Aunque es compleja y merecería un artículo aparte, lo que hace es que se basa en diez reglas dirigidas al individuo pero que afectan a la comunidad. Está tan arraigado que existe una aversión generalizada a la exaltación de la excelencia individual. Los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, tienden a poner el énfasis en la fortaleza de la región (la sociedad ) en lugar de en los individuos.”
Es el civismo en estado puro y afirma que las reglas deben seguirse. Las normas están para cumplirlas. Por eso es relativamente sencillo que los límites se cumplan desde niños, porque en su cultura saben que lo hacen afecta al resto de personas con las que conviven en sociedad.
Según afirma a The Guardian Willy-Tore Mørch, profesor emérito de salud mental infantil en la Universidad de Tromsø, después de la Segunda Guerra Mundial y de que gran parte de la infraestructura del país había quedado devastada por los años de ocupación nazi, el gobierno laborista creyó que todos los noruegos debían contribuir a la reconstrucción, incluidos los niños. “Los niños tenían que ser fuertes y endurecidos, y debían ser entrenados para ser independientes y leales”, explica Mørch. Aunque es algo que se veía más atrás en el tiempo, en los vikingos en el siglo IX. En aquella época se los trataba como adultos y se esperaba que colaboraran en cualquier trabajo que fuera necesario.
Aunque seamos diferentes sí que podemos hacer estas cuatro cosas, aunque no sea con la intensidad Noruega: aumentar las horas de tiempo al aire libre, favorecer la confianza de los niños dándoles libertad, animarles a equivocarse y aprender de ellos y enseñarles que las reglas deben cumplirse para vivir en sociedad. No parece un imposible.
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