La conciliación de las vidas familiar y laboral es una de las grandes preocupaciones de los trabajadores a la hora de decidir ser padres. ¿Podré continuar con el mismo ritmo de trabajo? ¿Qué pasa si un día el niño se pone enfermo y no tengo con quién dejarlo? ¿Perderé dinero si me acojo a las medidas legales de conciliación? Seguro que todas estas preguntas surgen en el pensamiento de muchos padres y, no nos engañemos, sobre todo madres. De hecho, los datos dicen que son las mujeres quienes se acogen a las medidas de conciliación en un porcentaje muchísimo más alto que los hombres (de 31.435 excedencias concedidas por cuidado de hijos en 2014, 29.554 fueron solicitadas por mujeres y solo 1.881 por hombres). Pero ¿qué opinan quienes sufren la conciliación sin tener hijos?
La conciliación, vista desde el otro lado
La conciliación es necesaria. Las medidas legales son justas y, comparadas con las de otros países de nuestro entorno, probablemente hasta insuficientes. Pero ¿qué ocurre con quienes han decidido no ser padres? ¿Qué casos concretos han vivido para creer que no se respeta la conciliación de la vida privada con la profesional si no hay hijos de por medio? ¿No son familia también las parejas, los sobrinos, los hermanos, los padres, aunque no sean dependientes de nosotros?
Las mujeres que concilian acaban agotadas y les resulta durísima la reincorporación al mundo laboral. Las que no se ven afectadas porque las empresas no ponen recursos ni soluciones definitivas ante el problema de la conciliación, o los emplean de manera que perjudica a quienes no son madres. No es una guerra de madres contra no madres: es una batalla común de todas las mujeres por conseguir que las empresas construyan un entorno justo y, por qué no decirlo, también para que los hombres se impliquen de forma más profunda en la conciliación.
«No es un problema legal, es un problema de mentalidad patriarcal»
Laura F., economista en una consultoría, considera que el problema está en la mentalidad de la sociedad, todavía muy centrada en la maternidad como algo más respetable que la no-maternidad: «Tener hijos es una decisión absolutamente personal, igual que no tenerlos. Por lo tanto, si alguien tiene problemas para conciliar su vida profesional con la privada, siempre que la ley se esté cumpliendo, es un problema exclusivamente suyo. Personal y privado. Yo tengo el mismo derecho a disfrutar de una vida personal plena que alguien que ha querido tener hijos. De hecho, una de las razones por las que no los tengo es disponer de más tiempo para mí, pero ese tiempo se ve reducido porque tengo que hacer parte del trabajo de alguna compañera, no por culpa de ella, sino porque las empresas aplican mal sus medidas de conciliación».
«Me perjudica mi empresa, no la ley ni las madres»
Rosa L., asesora educativa en una editorial, coincide en cierto modo con Laura en que el problema suele ser más de mentalidad que de una ley que ella considera justa e incluso mejorable: «Mi trabajo, en concreto, tiene picos muy fuertes de carga laboral según las épocas del año. Cuando, en esas fechas, alguna compañera se tiene que ir por motivos relacionados con sus hijos, nadie pone en duda su razón. Pero yo también tengo una vida personal y ni siquiera estoy pidiendo tener derecho a irme a mitad de jornada laboral; me conformo con no tener que cargar con el trabajo de otra persona porque en mi empresa siempre se prima a las madres sobre quienes no lo son».
«Llevo nueve años sin tener vacaciones junto a mi pareja. ¿Él no es familia?»
El caso de Irena G., administrativa en una pequeña empresa de componentes industriales, es particularmente complicado: «Somos solo siete trabajadoras en el departamento, y ese es precisamente uno de los problemas habituales: que las medidas de conciliación particulares que aplica cada empresa, independientemente de las legales, pueden ser justas con todos los trabajadores en empresas grandes que disponen de personal suficiente para cubrir todos los turnos, pero en las pequeñas es difícil. En mi caso, todas mis compañeras son madres y tienen preferencia a la hora de elegir los turnos de vacaciones, para que coincidan con las escolares. No me parece justo en ningún caso, pero es que, además, en el mío, mi pareja es profesor, por lo que llevamos nueve años sin tener ni un solo día de vacaciones juntos. Y yo me pregunto: ¿acaso él no es mi familia y no tengo derecho a conciliar con él? ¿Solo somos familia si tenemos hijos?».
«Las medidas no reguladas por ley perjudican a quienes no somos madres»
Andrea V., empleada de una tienda de moda, siente que algunas empresas han querido congraciarse con sus empleados añadiendo medidas extra a las que plantea la ley, y que no siempre son justas: «En los dos últimos años, se han juntado muchos nacimientos entre mis compañeras. El trabajo se ha reajustado correctamente conforme a la ley en los permisos de maternidad, la lactancia, etc., pero el problema llega con las medidas específicas que aplica la empresa para ayudar a la conciliación. Por ejemplo, las madres no trabajan los sábados. Y, en consecuencia, yo los he trabajado todos el último año, además de todos los domingos de apertura. Me he perdido incluso bodas, y me cuesta entender por qué alguien que tiene hijos no puede trabajar un sábado y yo sí tengo que perderme la boda de un amigo porque mi excusa no es tan aceptable para ellos como ser madre».
«Soy feminista y me pregunto: ¿los hombres no concilian?»
Iria M., formadora en una empresa de telecomunicaciones, siente que su ideología feminista se tambalea ante la conciliación de las madres trabajadoras: «Es un tema que me ha hecho sentir mal durante mucho tiempo porque como feminista claro que apoyo a las madres trabajadoras. Pero una cosa es que un día haya una urgencia, y otra muy diferente tener que salir del trabajo con cierta frecuencia por motivos relacionados con los niños. Y aquí es donde me pregunto: ¿los hombres no concilian? ¿Por qué siempre (o casi siempre, según mi experiencia laboral) son las mujeres quienes se van a resolver el asunto familiar?».
«Es un problema que va más allá de la conciliación; va de horas extra y otros vicios del trabajo en España»
Marta G., trabajadora de banca, cree que la conciliación sería favorable tanto para las personas que pueden beneficiarse de ella como para el resto de trabajadores si no existiera en España un problema laboral más general: «Con la ley en la mano, todo es perfecto. Pero vivimos en el país de las horas extra, del presentismo innecesario y de que se te mire mal si te vas a casa a la hora en que acaba tu jornada laboral. Todas mis compañeras que son madres se pueden ir a casa a su hora. Y es perfecto. Ellas son las que lo hacen bien. El problema es que los demás nos quedamos, con nuestro trabajo añadido a la jornada laboral y con el de ellas. Pero eso no es culpa suya, obviamente».
¿Qué dice la ley?
Las medidas legales de conciliación de la vida familiar y laboral se pueden dividir entre las retribuidas (los permisos de maternidad y paternidad, el permiso de lactancia y el derecho a días de permiso por enfermedad, accidente, intervención quirúrgica o fallecimiento de un familiar) y las no retribuidas (la posibilidad de reducir jornada o las excedencias para cuidado de familiares). Además de estas medidas, recogidas en la ley 39/1999, muchas empresas incluyen las suyas propias para ampliar la posibilidad de conciliación de sus trabajadores, como pueden ser la preferencia en la elección de los turnos de vacaciones, la presencia de guarderías dentro de los propios centros de trabajo o la ampliación de los períodos legales de permiso de maternidad o lactancia.
Pero ¿qué ocurre con las personas que no tienen hijos y también quieren conciliar? Azucena Corral, responsable de recursos humanos en una gran multinacional, nos hace algunas puntualizaciones: «La palabra 'conciliar' no sería aplicable a esos casos. La conciliación es un concepto que se refiere exclusivamente a la relación entre la vida familiar y la profesional. Por lo tanto, no existen medidas de 'conciliación' para quienes no tienen familiares a su cargo. Pero, más allá de la semántica, sí es cierto que las medidas que favorecen a las trabajadoras que son madres (casi siempre son las mujeres quienes las solicitan) pueden llegar a perjudicar a otros trabajadores».
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