Para poder seguir coleccionando zapatos llegados de todas partes del mundo sin que le acabasen enterrando vivo, Karl Friedrich Schönensiegel – un coleccionista alemán que vivió a principios del siglo XX, y que llegó a reunir una de las colecciones más importantes que jamás hayan existido -, decidió plasmar, el mismo, los nuevos modelos que iba adquiriendo en acuarelas.
Al final de su vida, logró reunir un total de trescientas cuarenta y nueve acuarelas originales que, en la actualidad, constituyen un verdadero museo portátil del zapato, y que configura uno de los tesoros más preciados de la famosa librería Vrain de París, tan querida por los bibliófilos.
De que Schoensiegel era todo un erudito no cabe duda alguna. Todos estos croquis, un tanto fetichistas, iban firmados con el pseudonimo C. Essen. Lamentablemente, parte de la colección se perdió, ya que se dispersó o fue destruida.
Pero su huella sigue ahí, indeleble a imagen de esos botines, babuchas, sandalias, y zuecos pintados y decorados por la mano de un maestro. Como esas sandalias japonesas, tipo tong, de triple plataforma realizada en madera (que tanto nos recuerdan a los útimos Okobo de Prada), al zueco coreano en forma de bañera, pasando por los cioppine italianos del siglo XV - tan amados por las cortesanas venecianas.
Una maravillosa recopilación donde la función y la creatividad se dan la mano de forma única, y que ha sido rescatada para la posteridad por Jean-Claude Vrain, un visionario que ha sabido insuflarle nuevos aires al mercado del libro antiguo.
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