La primera vez que tuve la oportunidad de ver de cerca, en vivo y en directo, el barco Luna Rossa de Prada fue en abril del 2007, durante la 32 Copa América que se celebraba en Valencia. En la dársena inferior del puerto de Valencia se vivió un ir y venir constante de público, y la presencia de muchas caras conocidas.
Recuerdo incluso que me regalaron un maravillo libro, que guardo como oro en paño, donde en el prólogo escrito por Sir Peter Blake se podía leer: "Este deporte no es apto para los débiles de corazón. No es una empresa que se pueda tomar a la ligera o por capricho. Es una lucha entre los regatistas de los clubs de yates repartidos por todo el mundo que desean, desesperamente, un mismo objetivo: ¡Hacerse con la copa!".
El Prada Luna Rossa 34th America’s Cup Limited Edition, que hoy os presentamos, es un frasco de coleccionista que rinde homenaje a la participación del equipo de nombre epónimo en la competición más legendaria del mundo. Inspirado en las formas gráficas y los materiales del vanguardista Luna Rossa AC72, el dinámico frasco y su presentación proyectan su misma fuerza y sofisticación.
El casco y la popa de efecto espejo del barco están representados por los contornos inferiores del frasco y por el vaporizador, mientras que la elevadísima vela rígida de 40 metros de altura toma forma en la cobertura metálica blanca con aperturas verticales. Como en el AC72, la enigmática elegancia del frasco viene resaltada por la icónica línea roja, símbolo de innovación.
Su presentación adopta el mismo concepto de color que el frasco, pero nos descubre un componente clave: la silueta del barco Luna Rossa AC72, poderoso y sorprendente en color rojo, como si estuviera en movimiento.
Bajo el nombre de Luna Rossa, la fragancia creada por la perfumista Daniela Andrier en colaboración con Miuccia Prada, es una esencia que se inclina ante el mundo natural y siente pasión por la innovación.
Prada Luna Rossa emite olas de frescura aromática transmitiendo fuerza y energía dinámica con la naranja amarga. Un corazón aromático de salvia deja a su paso una estela sensual, pero a la vez seca, gracias al absoluto de abelmosco. La auténtica columna vertebral de la fragancia es la inconfundible lavanda natural, llevada aquí hasta el límite en una interpretación moderna única. ¡Quizá no podamos llevarnos la copa, pero si el perfume!
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