La chica de rosa se estrenó en 1986. Es decir: hace ya la friolera de treinta años. Treinta años en los que hemos disfrutado y llorado con Molly Ringwald en su papel como Andy, aquella chica de clase obrera que se enamoraba del ricachón del instituto. No se nos ocurre mejor manera de celebrar su 30 aniversario que teniendo la oportunidad de verla en los cines. Y aunque de momento sólo se ha anunciado su reestreno en las salas estadounidenses, nosotros soñamos con que alguien lo haga en nuestro país.
Soy una gran, grandísima fan, de John Hughes. Aclarado esto os imaginaréis que la noticia de que La chica de rosa celebra su treinta años estrenándose en los cines es para mí una noticia de dimensiones elefantiásicas, aunque viajar a EE.UU. me pille fatal ahora mismo. Allá por el año 86, cuando la película se estrenó, yo apenas pasaba de los diez años, así que nunca he tenido la oportunidad de ver esta película ni ninguna del resto de la factoría Hughes en la gran pantalla. Con el resto de la factoría me refiero a El club de los cinco, Una maravilla con clase o Dieciséis velas. Todas comedias románticas con las Hughes consiguió retratar el despertar de la adolescencia como nadie y que marcaron la mía. Tengo la impresión de que no has sido adolescente si no has vivido con intensidad estas comedias románticas, calificadas por muchos como películas bobas y simplonas, pero que para muchos nos sirvieron para darnos cuenta de que todo lo que empezábamos a sentir era lo normal.
Pero sin ninguna duda, de todas las películas de Hughes La chica de rosa es mi favorita. La historia de Andy, esa pobre chica abandonada por su madre y con una afición a hacerse sus propios trapos (no siempre con el mejor de los criterios, seamos sinceros), que se enamora del pijo del instituto (un A. Mac Carthy un poco blandito para mi gusto) y tiene que enfrentarse a las diferencias sociales con mucha actitud y apoyada por su mejor amigo desde la niñez (¡qué grande Jon Cryer!), quien a su vez está enamorado de ella. El triángulo amoroso de siempre llevado a las aulas y con una B.S.O. que fue calificada por la revista Rolling Stones como una de las mejores bandas sonoras de todos los tiempos.
Es una pena que los protagonistas no supieron aprovechar el gran éxito de esta película. De hecho, se cuenta que Ringwald rechazó papeles como Ghost y Pretty Woman, entre otros, con los que sin duda se hubiera convertido en una estrella definitiva. El único que sí se consagró fue James Spader, que ya nos demostraba con su papel de niñato en esta película que iba a ser un gran actor, del asco que consigue provocarnos con su personaje.
Está claro que no podemos viajar a EE.UU a disfrutar del reestreno, así como de los finales alternativos y las escenas extras que han anunciado los organizadores que van a proyectar, pero no se me ocurre planazo mejor para este fin de semana de enero que sentarme con unas palomitas a celebrar los treinta años de La chica de rosa y ya que estoy, hacerme una tarde de cine dedicada por completo a John Hughes.
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