Cada vez es más frecuente encontrar a mujeres con problemas para concebir un hijo. El estrés, la edad o, sencillamente, el estar solteras ha hecho que sean más las que se acercan a una clínica para hacerse la Fecundación in Vitro. El problema es que no hay muchas donantes de óvulos y el proceso puede alargarse un poco hasta que se encuentra aquella persona que reúna todos los requisitos. Es por eso que hará unos tres años decidí donar óvulos. No fue un acto impulsado por la motivación de ganar un dinero extra, era sencillamente por algo que tenía en mi lista de things to do y así lo hice. Y después de probarlo puedo decir una cosa tajante: nunca más.
Será que mi vida gira entorno a un espíritu marcado por Bridget Jones o que la suerte no estaba de mi parte, pero la verdad es que fui de esos casos en que la mala pata está presente en todo momento y las pocas probabilidades de salir mal estuvieron presentes.
En qué consiste
El proceso es largo pero sencillo, pero siempre hay la posibilidad de tener complicaciones
La donación de óvulos no es algo sencillo, es un proceso que dura varios meses y una ha de ser muy cuidadosa. Antes de tirarme a la piscina sin pensar en las consecuencias lo medité bastante, pero hacía años que quería hacerlo así que no había probabilidad de echarme para atrás. A pesar de que la gente me había hablado varias veces, pensé que sería un proceso bonito del que me sentiría orgullosa. Y aunque mi mente decía sí, tuve que pasar test psicológico así como un análisis de sangre completo para mostrar que todo estaba correcto. A partir de ahí el proceso empieza de manera simple: una exploración para ver cómo estás y una regulación de la menstruación a base de pastillas anticonceptivas. He aquí donde empezó mi malestar. Jamás había tomado este tipo de pastillas y lo cierto es que me hinché como un globo de helio en una feria: pechos enormes (aunque para muchas sea un punto a favor, para mí fue una tortura), pompis al más puro estilo Kardashian (y sin cirugía) y un humor de perros. Una vez regulado el ciclo llegaron los pinchazos en la barriga durante unas semanas para inyectar hormonas a mi cuerpo. Y después de eso intervención en el quirófano para extraer todos esos óvulos. Parecía un proceso sencillo... Largo, pero simple. Pero los astros no estaban de mi parte y me jugaron varias malas pasadas.
Los días previos
Durante el proceso la donante debe inyectarse inyecciones cada día con el fin de hormonar de manera extra sus ovarios
Como ya he comentado, unos 15 días antes a la intervención (el proceso no va a ser exacto ya que he olvidado detalles por el camino, pero los datos son aproximados) empezaron los pinchazos: uno cada día en la zona de la barriga. Obviamente, requería de alguien que lo hiciese por mí pues yo era incapaz de hacerlo por mí misma ya que soy un poco aprensiva con el tema de las inyecciones. Cada día que pasaba me sentía un poco más hinchada y notaba como si me hubiesen cambiado el cuerpo. No estaba a gusto conmigo misma y me sentía pesada. Una especie de días previos a la menstruación pero alargándolos a semanas. Es lo que querías, tan sólo son unas semanas hinchada y después todo volverá a su cauce. Mi mente trataba de ayudarme para que no me agobiara, pues el proceso justo coincidió con el verano y temía lucir bikini con ese aspecto.
A 24h de entrar en el quirófano tuve que pincharme la inyección clave de todo el proceso: con un aspecto capaz de asustar al más valiente, ésta era grande y ayudaba a extraer los óvulos a la mañana siguiente. Con las manos frías y sudorosas cerré los ojos y pensé en una playa desierta para pasar el trago. No es dolor lo que se siente, solo un estómago duro como una piedra (pero no por ello plano como el de los ángeles de Victoria's Secret).
La intervención
Me desperté nerviosa... Corrijo, me levanté nerviosa pues con la barriga hinchada a un nivel épico el dormir era incómodo. Me dolía todo y solo tenía ganas de que todo eso pasara de una vez. Las ganas de donar óvulos habían desaparecido, y ahora sólo me motivaba el poder terminar de una vez por todas y, para qué vamos a engañar, recibir un cheque de 1.000 euros como compensación. Tal y como explico en la entradilla del post mi experiencia fue mala, muy mala. Los astros se alinearon para que saliera todo mal y el peor de los casos apareció sin previo aviso. El día de la intervención llegué a quirófano con un pánico escénico importante (jamás había entrado en uno). Me sedaron y al despertar la enfermera estaba a mi lado. ¡Hurra! Ya puedo tachar esto de mi lista y empezar a deshincharme. Mis neuronas, adormecidas me felicitaban por haber terminado el proceso, pero el rostro de la enfermera no era de alivio. Más bien de preocupación. No te hemos podido sacar ni un sólo óvulo, al parecer la medicación no ha surgido efecto y no ha servido de nada.
...?!
Te daremos un nuevo medicamento más potente para que en 48 horas puedas venir de nuevo. No me lo podía creer, Bridget Jones había aparecido, y esta vez no me hacía pizca de gracia la situación en la que me encontraba. Adormecida abandoné el centro un par de horas más tarde con la nueva medicación en una bolsa y con las ganas de terminar ese proceso que se estaba convirtiendo en la peor de mis pesadillas. Si la primera inyección daba miedo, esta segunda era como Freddy Krueger en versión medicamento.
La segunda medicación era más fuerte y tenía unos efectos secundarios de los que desconocía
No quise ni mirar, tan solo entregué la bolsa a mi madre y le dije que terminara con todo eso de un plumazo. 48h más tarde aparecí en el quirófano y los nervios se habían disipado, tan sólo había mal estar y cansancio. Al despertar automáticamente mi lengua se adelantó a todo el mundo ¿ha funcionado esta vez?, solté sin pensar en otra cosa. Sí, está todo correcto, descansa y podrás irte a casa. Aturdida pero alivada dejé el centro, con ganas de empezar de 0 y con una inyección extra de beneficios en mi cuenta. Pero lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar...
El post-operatorio
Nadie me avisó de las consecuencias que podía tener la segunda inyección. Al parecer, uno de sus efectos secundarios era el de tener contracciones y, ¡obviamente! las viví en primera persona. La noche de la segunda intervención el mal estar era general: me dolían los ovarios, tenía calambres y la tripa se me hinchaba por momentos (como cuando una tiene gases). Pero esos gases no tenían vía de escapatoria y se acumulaban todos haciendo que tuviera la sensación de que mi barriga iba a reventar de un momento a otro. Después de hablar con la doctora, ésta me dijo que no me preocupara, que todo era normal... Pero hice la mayor estupidez del mundo: consultar en Google. Y los testimonios que salían me alarmaron tanto que una taquicardía provocada por mi yo interno hizo que me mantuviera en vela toda la noche. Sobre las 6 de la mañana ya no podía más y no había postura que me calmara, así que decidí bajar a la cocina para hacerme un café. Al llegar ahí, un dolor intenso en el útero hizo que me cayera de bruces al suelo y tuve la sensación como si todo mi interior se fuera a caer. Unos calambres horribles me despertaron de golpe y cada vez que venía una oleada de dolor yo no podía ni respirar. ¿Qué está pasando? Mi madre oyó el fuerte ruido y vino rápido a ayudarme. No quería alarmarla así que le saqué hierro al asunto y me quedé postrada en la cama con pensamientos horribles que iban desde otra intervención a la tumba (soy hipocondríaca, así que me he puesto en la tumba varias veces).
Estos calambres aparecían y desaparecían cada 10 minutos, a lo que mi doctora me dijo que estaba teniendo contracciones (¡bravo por mí!). Al cabo de unas horas todo se relajó y pude dormir tranquila. Los días siguientes vinieron con fuertes dolores de menstruación, pero después de lo vivido todo me sabía a gloria.
Los efectos secundarios a largo plazo
Los efectos secundarios van desde el desorden del ciclo mentrual a un alto nivel de hormonas, lo que puede desencadenar ansiedad
Por si la pesadilla no hubiese terminado con el episodio en la cocina, aproximadamente dos semanas después (y viviendo por tres meses en un país en el extranjero) empezaron los terrores nocturnos. Bueno, más bien apareció la ansiedad a la hora de dormir. Cada vez que me quedaba medio dormida una sensación de no poder respirar y no poder moverme de la cama me invadía. De repente, me despertaba dando un salto y con un agobio importante. Este episodio se repitió por meses, lo que hizo que tuviese pánico a irme a dormir. Cansada de todo esto fui al médico ya que me contaron que un problema en las tiroides provoca este tipo de ansiedad. Pero al hacerme análisis de sangre vieron que mi nivel hormonal tenía un pico elevado y eso hacía que la ansiedad apareciera por las noches (se puede manifestar de muchas maneras). El médico jamás quiso mojarse acusando nada ni nadie, pero me dijo que lo más probable era que todo eso fuera debido a la donación de óvulos. Desde entonces supe que jamás de los jamases volvería a hacer algo por el estilo.
Los riesgos
Hay varios riesgos durante el proceso, es por eso que te recomiendan no practicar ningún tipo de deporte donde el trajín sea importante (nada de abdominales, ni running, ni nada por el estilo). ¿La razón? Tus ovarios se hinchan y con algún movimiento brusco pueden darse la vuelta, haciendo que te tengan que intervenir de urgencias (o al menos eso me explicaron). Siendo una hipocondríaca nata, llevé una vida sedentaria con el fin que eso no ocurriera. La probabilidad de que algo malo pase en este tipo de intervenciones es muy baja, pero una ha de ser consciente de que puede suceder. Debemos elegir bien el centro al que acudimos (el mío es de los mejores que hay en Barcelona) y ser responsables durante esa época. Al terminar el proceso puede haber un desajuste hormonal y la menstruación puede dejar de ser regular durante un tiempo. Obviamente, lo más seguro es que todo salga bien, pero una no puede (esto ya lo digo a modo de consejo) meterse en un proceso por el estilo impulsada tan solo por el hecho de ganar un dinero extra.
¿Has pensado alguna vez...?
Son muchas las personas que coinciden en la misma pregunta: ¿has pensado alguna vez que tienes un hijo por el mundo? Pero a todas esas personas les digo lo mismo: yo no soy ni he sido madre, tan solo he aportado una parte de mí a una mujer para que pudiese ser madre. El tener un hijo no solo significa que lleve tu ADN, quien lo lleva en la barriga 9 meses y lo cuida desde su primer segundo de vida es otra persona. No pienso en ese bebé como si fuera una persona que lleva mis genes, jamás se me ha pasado por la cabeza, la verdad. Hice lo que hice por que una persona cercana a mí tuvo problemas a la hora de concebir y de encontrar donante, es por eso que quise aportar mi granito de arena a la sociedad.
Con todo ello no quiere decir que la donación sea un proceso malo, deben haber donantes para que otras personas puedan quedarse embarazadas, pero en mi caso salí escarmentada y no creo que vuelva a repetir.
Fotos | Something Navy, The fashion guitar
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