Ayer empecé una clase nueva y en un momento dado, el profesor y un compañero se pusieron a hablar de algo. El Imperio Romano. Se cumplía esa tendencia que se ha hecho famosa en TikTok y que demuestra que, por alguna razón que aún desconocemos, a los hombres les interesa muchísimo el Imperio Romano.
Vale, es una clase de escultura que se presta a que surja este tipo de conversación si pensamos en todo el arte que aún se conserva de esa época y que podemos ver en museos como el del Louvre con su busto romano de Antínoo. Pero ese momento me hizo pensar si realmente los romanos eran tan guays. De hecho, si echas un vistazo a este artículo podrás comprobar cómo era la sexualidad en el Imperio Romano. Y spoiler, las mujeres damos gracias de estar en 2023 y no en el siglo II a.C.
Ahora bien, hay algo que se hacía durante el Imperio Romano en el plano sexual que no nos importaría que se hubiera conservado. Algo que se salva de toda la depravación, abusos y agresiones que dominaban la sexualidad de esa época. Algo que estaría muy bien que volviera a ponerse de moda.
Las etiquetas y orientaciones sexuales no existían en el Imperio Romano
Estamos en un momento histórico en el que cada vez más términos se suman al glosario LGTBIQ+. Un mundo inclusivo en el que todo el mundo puede tener su propia etiqueta sin perder ningún derecho como ser humano. Nos identificamos como heterosexuales, lesbianas, gays, pansexuales, asexuales, bisexuales, demisexuales… y un largo etcétera. Vivimos rodeados de etiquetas que nos meten en una categoría u otra.
Etiquetamos las relaciones de pareja, inventándonos nombres que son excusas para no comprometernos. Etiquetamos nuestros trabajos. Etiquetamos las películas. Etiquetamos la comida. Y etiquetamos la sexualidad. Encajonamos la orientación sexual y eso, amiga, no se hacía en el Imperio Romano.
Los romanos vivían el sexo como sexo. No había etiquetas, ni se juzgaba si quien te daba placer era un hombre o una mujer. No había limitaciones en ese plano (sí en cuanto a la dominación y la clase social como ya te contamos aquí) y el sexo era únicamente la herramienta usada para conseguir placer. Casi parece que el positivismo sexual naciera del Imperio Romano.
Nadie criticaba un romano por tener sexo con un hombre, aunque él lo fuera, y no necesitaban etiquetas. Laura Castellano Genovés, psicóloga y colaboradora en Terapia en Casa, explica que “las personas necesitamos ponerles nombre a las cosas, a los eventos y experiencias que vivimos [...] para convertirlas en elementos accesibles cognitivamente hablando”.
Pero etiquetar también implica realizar una categorización de las personas y se hace en muchas ocasiones de una forma simplificada y superficial. Etiquetar nos hace perder información y en cierto modo nos limita, porque tal y como explican en Psicopartner, tiene “una repercusión directa en la forma en la que percibimos nuestro entorno y en cómo nos percibimos a nosotros mismos a partir de esas etiquetas.”
El filósofo danés Søren Kierkegaard decía: “Si me clasificas (o me etiquetas), me niegas”. Habrá quien necesite de esa categorización para sentirse parte de la sociedad, pero qué bonito sería volver al Imperio Romano y que en el sexo no existiera ninguna etiqueta, solo del placer inherente al mismo. Sin juicios de valor ni clasificación posible. Únicamente placer sin importar con quién.
Eso sí, preferimos el respeto que la sociedad moderna está cultivando y que no existía en el Imperio Romano. Porque sí, los romanos molaban, pero en esto de la sexualidad su falta de etiquetas y orientaciones sexuales es lo único con lo que nos quedaríamos.
Fotos | Victoria Strukovskaya, Medhat Dawoud, Wilhelm Gunkel y Stavrialena Gontzou en Unsplash
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