La esperanza de vida a nivel mundial cada vez es mayor y esto ha hecho que muchos países se vieran obligados a reformar el sistema de pensiones para poder garantizar la jubilación, sobre todo, provocado por el retiro masivo de la generación baby boom.
Esto ha hecho que se haya aumentado la edad ordinaria de jubilación de forma gradual hasta los 67 años que se prevén en 2027 y que a su vez, se haya endurecido la jubilación anticipada aumentando la edad y endureciendo los coeficientes reductores. De hecho, la última reforma de las jubilaciones que se llevó a cabo en julio de este mismo año, incentiva las jubilaciones demoradas, mejora la activa y amplia la parcial.
Pero a todo esto, hay que sumarle un dato importante de un reciente estudio llevado a cabo por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) que dice que "retrasar la edad de jubilación aumenta el riesgo de mortalidad temprana", por lo que según esta investigación, aplazar un año eleva el riesgo de morir entre los 60 y los 69 años, sobre todo, en aquellos sectores más exigentes y estresantes. Asimismo, dicen que la jubilación temprana reduce el riesgo apostando por la jubilación parcial que permite reducir las horas de trabajo a partir de una determinada edad.
Este estudio se trata de un actualización de un informe elaborado por Sergi Jimenez (UPF y Fedea), Cristina Bellés (Universidad de Barcelona) y Han Ye (Universidad de Mannheim), basado en la reforma de 1967 en la cual se modificó la edad de jubilación en función de la fecha en la que las personas comenzaban a trabajar. Dicha reforma establecía que quienes comenzaron a cotizar antes del 1 de enero de 1967 podían jubilarse voluntariamente a los 60 años, pero el resto tenía que esperar a los 65, y cómo esto repercutió en la mortalidad en las edades próximas a la jubilación.
Con el estudio se muestra cómo varían los efectos sobre la mortalidad según las características de los puestos de trabajo y la flexibilidad de la jornada de los trabajadores, entre otros aspectos: "Mostramos evidencia de que retrasar la salida del empleo aumenta el riesgo de morir entre los 60 y 69 años, para casi todos los individuos. El análisis heterogéneo indica que el aumento en la mortalidad es mayor para aquellos empleados en trabajos de baja cualificación y que son física y psicosocialmente exigentes. Además, mostramos que permitir esquemas de jubilación flexibles, como la jubilación parcial, mitiga el efecto perjudicial de retrasar la jubilación sobre la mortalidad".
El estudio de Fedea, por su parte, calcula que "el impacto adverso sobre la esperanza de vida supera las ganancias fiscales". Es decir, el valor de un año de vida ajustado a la calidad a los 60 años en nuestro país, experimenta un aumento de 0,46 años en la edad al morir y se traduce en una pérdida social valorable en 8.564 euros por cada individuo. "En suma, los ahorros fiscales derivados del retraso en la jubilación y la reducción de la duración de los pagos de las pensiones no compensan la pérdida social asociada a la reducción de la esperanza de vida, lo que sugiere que la reforma no es económicamente beneficiosa en el contexto más amplio del bienestar social", según los expertos de Fedea en este estudio.
Entonces, la nueva reforma de pensiones, ¿está en la línea de mejorar y permitir la salida gradual del ámbito laboral a los trabajadores? Podría ser una solución, junto con el poder determinar qué trabajos son aptos por su peligrosidad y estrés a amoldarse a la nueva edad ordinaria de jubilación que está por llegar en unos años, situándose como la más alta de la historia en nuestro país.
Foto | Andrea Piacquadio Gül Işık en Pexels
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