Pensemos en cómo determinamos la inteligencia, por ejemplo, en el colegio. Inteligente podría ser aquella persona que contesta correctamente las preguntas de un examen. Así, siendo niños asumimos que inteligencia equivale a tener todas las respuestas y es algo que aplicamos también a la vida de adultos.
Pensamos que la persona más inteligente en el trabajo es aquella que lo hace todo bien, que no se equivoca, que no comete errores. Pensamos que mostrarnos ignorantes es una debilidad, cuando lo cierto es que no es así. Equivocarse puede ser una de las mejores cosas que se pueden hacer porque es la llave del verdadero crecimiento, del aprendizaje. Como decía Sócrates, “solo sé que no sé nada” y tener esto en mente es uno de los mayores rasgos de inteligencia.
Si realmente nos esforzamos por ser más inteligentes, lo primero que hay que hacer es dejar de intentar tener razón y en su lugar descubrir dónde te equivocas, lo que se conoce como “humildad intelectual”. En palabras del psicólogo Sergio De Dios González, es “reconocer que no lo sabemos todo y que no somos poseedores de la verdad absoluta”. Es decir, la capacidad de ser flexibles en el ámbito del conocimiento y estar abiertos a nuevas ideas.
La humildad intelectual en una simple pregunta: ¿en qué me equivocaré hoy?
Jeff Bezos afirma que tener humildad intelectual es un sello distintivo de la verdadera inteligencia. Las personas más inteligentes no siempre intentan demostrar que tienen razón, buscan nueva información que pueda demostrar que están equivocados. Y la ciencia lo respalda y asegura que la humildad intelectual se relaciona con una mejor toma de decisiones y un aprendizaje más rápido.
Por eso es importante que nos hagamos una pregunta antes de comenzar la jornada de trabajo: ¿en qué me equivocaré hoy?. Con esto asumimos que a lo largo del día aparecerán preguntas de las que no conocemos la respuesta. Nos invita a buscar formas de demostrar todos los días que alguna parte de su forma de pensar está equivocada, en lugar de maneras de probar que tienes razón. Prueba con este pensamiento: “sé que hay algún rincón en mi mente que se equivoca, ¿qué puedo hacer hoy para replantearme algo que veo de una determinada manera?”.
Según Hal Gregersen, director ejecutivo del Centro de Liderazgo del MIT y autor del libro ’Questions Are the Answer’, nos obsesionamos con el hecho de que las respuestas son más importantes que las preguntas como explica en su libro. “Avanzamos solo si tenemos las respuestas correctas, pero pasar el día centrándose más en ellas es como vivir en una cámara de aislamiento”, afirma Gregersen. Está demostrado que el fracaso es una oportunidad de aprendizaje como pocas.
El motivo es simple a sus ojos: te quedas en un espacio con personas que refuerzan lo que ya sabes. Y terminas por no preguntarte nada nuevo. Progresar es admitir que no sabemos y buscar aprender algo nuevo. “Cuanto más tiempo permanezcamos en el error, más probabilidades tendremos de tropezarnos con preguntas que otros aún no han llegado a plantearse”. Es decir, reconocer que nuestro pensamiento no es correcto o identificar qué tiene de malo, es en realidad una forma de aprender.
No intentes convencer al mundo de que eres inteligente, sino de que tienes cosas por aprender
De hecho, según Gregersen, las preguntas no surgen simplemente cuando nos equivocamos, vienen cuando pensamos que estamos equivocados. "En lugar de despertarte intentando confirmar lo que ya crees, adopta una mentalidad de crecimiento”, afirma. Es decir, en lugar de despertarte cada día con el objetivo de demostrar tu inteligencia, elige aceptar conscientemente la duda y la curiosidad.
La forma de aceptar el error es hacerlo más a menudo, según Gregersen. Aprender algo nuevo, ya sea un idioma, una habilidad o un tema del que no conoces nada siguiendo la regla de las cinco horas de Bill Gates, nos ayudará a experimentar el error. También enfrentarnos a ideas o perspectivas con las que no estamos de acuerdo o no comprendemos es una forma de ver que estamos equivocados. O visitar un país extranjero. Cuando nos enfrentamos a una situación nueva, aprendemos a no tener respuestas y a hacernos más preguntas.
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